Después de los sucesos de 1590 y 1591, los diputados de Aragón pidieron al cronista del rey Felipe II, Lupercio Leonardo de Argensola, que redactara un escrito en que hiciera la narración de tales hechos y pusiera de manifiesto a un tiempo la lealtad de los aragoneses hacia el monarca y la excelsitud de sus fueros. Pidieron, pues, que ensalzara lo universal y lo particular. Difícil empeño que, según el propio autor, culminó en quince días, mas no quedó al gusto del canciller Torralba, que sugirió algunas modificaciones al texto, a lo que se negó Argensola, razón por la cual no llegó a ver la luz de la imprenta, si bien circularon bajo cuerda muchas copias manuscritas del mismo hasta la edición primera, que tuvo lugar el año 1808.
La importancia de lo que aquí se cuenta es grande, toda vez que con los sucesos de esos dos años y los que de ellos derivaron cobró fuerza y vigor la leyenda negra antiespañola que Guillermo de Orange había comenzado unos años antes. Ello fue posible por las “Relaciones” y las “Cartas” de Antonio Pérez, secretario de Estado que fue de Felipe II, escritas en venganza de su antiguo señor tras haber salido mal parado de los sucesos narrados en este libro. El tal Antonio Pérez, huido de la justicia real, ofreció sus servicios a Isabel de Inglaterra y Enrique IV de Francia, que los aceptaron, dedicándose entonces a informar a ambos de las flaquezas, recursos, debilidades, etc., de la monarquía española con el fin de perjudicar lo más que pudiera a su señor natural. No es de extrañar que sus escritos tuvieran un éxito enorme. Las acusaciones que le dirigió, entre las que se contaban la de mantener amores con la princesa de Éboli y dar la orden de degollar a su hijo Carlos, se extendieron por toda Europa, dando lugar, junto a otros libelos que después surgieron, a una imagen siniestra de Felipe II que no se corresponde con la realidad.
La importancia de lo que aquí se cuenta es grande, toda vez que con los sucesos de esos dos años y los que de ellos derivaron cobró fuerza y vigor la leyenda negra antiespañola que Guillermo de Orange había comenzado unos años antes. Ello fue posible por las “Relaciones” y las “Cartas” de Antonio Pérez, secretario de Estado que fue de Felipe II, escritas en venganza de su antiguo señor tras haber salido mal parado de los sucesos narrados en este libro. El tal Antonio Pérez, huido de la justicia real, ofreció sus servicios a Isabel de Inglaterra y Enrique IV de Francia, que los aceptaron, dedicándose entonces a informar a ambos de las flaquezas, recursos, debilidades, etc., de la monarquía española con el fin de perjudicar lo más que pudiera a su señor natural. No es de extrañar que sus escritos tuvieran un éxito enorme. Las acusaciones que le dirigió, entre las que se contaban la de mantener amores con la princesa de Éboli y dar la orden de degollar a su hijo Carlos, se extendieron por toda Europa, dando lugar, junto a otros libelos que después surgieron, a una imagen siniestra de Felipe II que no se corresponde con la realidad.