Un enorme culto global ha crecido hacia James Dean, treinta y seis años después de su muerte a la edad de veinticuatro años, con espectáculos y merchandising mucho más importantes que entonces. Dean, hoy, es todavía un gran negocio. La gente que no ha visto nunca sus películas compra pósters y otros recuerdos de él porque representan algo sobre su juventud, rebelión y carisma.
En la vida real, Dean se rebeló contra la chaqueta que Hollywood trató de ponerle, advirtiéndoles que no se conformaría con la imagen pre-fabricada que Hollywood solía presentar de sus estrellas. Él quería ser simplemente como su gran héroe, Marlon Brando. Por eso el estilo de Dean es similar al de Brando excepto en que su manera de ser es más sencilla, más joven y, quizá, con más personalidad. Por eso mantuvo tremendas diferencias con su presencia en la pantalla, con su capacidad para dominar el espacio y forzar al auditorio a mirarle.
Todo actor es algo narcisista, pero Dean parecía tener demasiado narcisismo. La necesidad de mostrar a sí mismo y sobre la pantalla sus emociones estaba por encima de cualquier otra necesidad, aunque para muchos podría haber escogido ocultar su vida privada. Pero él reconoció que actuando mantenía sus propias fantasías interiores: “Mis neurosis se manifiestan fácilmente durante las escenas dramáticas. ¿Por qué actúan así la mayoría de los actores? Para expresar las fantasías que ellos tienen en su interior”. La conclusión es que el talento de Dean coloca a su alcance todo el poder necesario para entusiasmar auditorios masivos con esas fantasías interiores.
En la vida real, Dean se rebeló contra la chaqueta que Hollywood trató de ponerle, advirtiéndoles que no se conformaría con la imagen pre-fabricada que Hollywood solía presentar de sus estrellas. Él quería ser simplemente como su gran héroe, Marlon Brando. Por eso el estilo de Dean es similar al de Brando excepto en que su manera de ser es más sencilla, más joven y, quizá, con más personalidad. Por eso mantuvo tremendas diferencias con su presencia en la pantalla, con su capacidad para dominar el espacio y forzar al auditorio a mirarle.
Todo actor es algo narcisista, pero Dean parecía tener demasiado narcisismo. La necesidad de mostrar a sí mismo y sobre la pantalla sus emociones estaba por encima de cualquier otra necesidad, aunque para muchos podría haber escogido ocultar su vida privada. Pero él reconoció que actuando mantenía sus propias fantasías interiores: “Mis neurosis se manifiestan fácilmente durante las escenas dramáticas. ¿Por qué actúan así la mayoría de los actores? Para expresar las fantasías que ellos tienen en su interior”. La conclusión es que el talento de Dean coloca a su alcance todo el poder necesario para entusiasmar auditorios masivos con esas fantasías interiores.