La misericordia no es patrimonio del cristianismo; muchas tradiciones religiosas, filosóficas y humanistas llevan inscrito en su ADN ético el imperativo de comportarse misericordiosamente con el prójimo. Por eso es aconsejable definir la singularidad de la misericordia cristiana. Las más de las veces, los actos de misericordia de Jesús, lejos de concitar el aplauso unánime de los presentes, culminaban con sonoros enfrentamientos con los representantes de la autoridad. Las obras de misericordia han de leerse en el contexto del Reino que Jesús proclama y anticipa. Jesús no fue un filósofo con una propuesta de vida prudente y feliz, sino un profeta mesiánico convencido de la intervención soberana de Dios en la historia.
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