Cuando muchos otros sucumben a los cantos de sirena de la gran industria, Jim Jarmusch se mantiene fiel a su independencia, lo que le propicia una libertad creativa total, así como un amplio control sobre su trabajo, desde la escritura del guión hasta la propia exhibición, convirtiéndose en una de las miradas más personales y críticas contra el sueño americano y la sociedad moderna dentro del cine actual. Sus películas son sutiles radiografías sobre la cotidianidad, la incomunicación y la soledad, agridulces crónicas de viajes de unos seres inadaptados en un mundo demasiado inmerso en su autocomplacencia, lo que les impulsa por elección propia a un sempiterno vagabundeo dictado al mismo tiempo por las circunstancias del azar.
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