El autor de este libro, que ha dedicado gran parte de su tiempo a escribir aventuras, cómics e historias con la intención de hacer más soportable la vida a los jóvenes, es un ávido lector de periódicos que no puede esconder el horror y el vómito que a menudo le producen aquellas noticias que informan de malos tratos, injustícia, explotación y todo tipo de abusos de que son objeto los más pequeños. Estos cien juegos de niños, expuestos con naturalidad y un poco de cinismo, son la prueba de su indignación.
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