A lo largo de medio siglo, José Sánchez Guerra lo fue todo, o casi todo, en la política. Fue diputado entre 1886 y 1931, varias veces ministro, presidente del Congreso de los Diputados y del Gobierno, jefe del Partido Conservador y líder de la oposición a la dictadura de Primo de Rivera. Cuando falleció, en 1935, un periodista escribió que con él desaparecía la «España del romanticismo político». Y algo de cierto había en ello: Sánchez Guerra fue un hombre de honor que se batió varias veces en duelo, que en 1923 desarticuló un golpe de Estado militar abofeteando en público al candidato a dictador, que en 1929 encabezó una insurrección contra la dictadura que tenía el aire de los viejos pronunciamientos del siglo XIX y que, a pesar de ser monárquico, en 1930 acusó a Alfonso XIII de traición por romper su juramento constitucional al apoyar la dictadura de Primo de Rivera, en un acto que contribuyó a la caída de la Monarquía.
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