De la amalgama de una memoria luminosa y una enorme capacidad de
análisis, Julio Bárbaro destila un balance amargo de la política
setentista. Repasa los errores de una dirigencia guerrillera que se
creía iluminada a la vez que cuestiona la utilización que el matrimonio
Kirchner hace hoy de aquella herencia, glorificando una militancia que
se derrumbó por el propio peso de su ineptitud.
Bárbaro sostiene que no ha habido en la Argentina una autocrítica de la
guerrilla y que la revisión, que solo puede partir de sus protagonistas,
está llamada a ser dolorosa: nadie se atreve a decir que el heroísmo de
la entrega militante fue inversamente proporcional a la pobreza de las
propuestas y a la falta de talento de quienes la conducían.
Con pasión y valentía, indaga en su experiencia personal para recrear
los escenarios en que nació la lucha armada en toda su complejidad: la
proscripción del peronismo que había cambiado la distribución de la
riqueza; la influencia de pensadores como Albert Camus y Régis Debray;
la fuerte presencia de una Iglesia dedicada a los pobres del mundo luego
del Concilio Vaticano II. Rescatando las críticas a la violencia que
supo lanzar en plena década del setenta, abre una puerta fundamental
para empezar a pensar en serio cómo se curan unas heridas que hoy siguen
sin cicatrizar.
análisis, Julio Bárbaro destila un balance amargo de la política
setentista. Repasa los errores de una dirigencia guerrillera que se
creía iluminada a la vez que cuestiona la utilización que el matrimonio
Kirchner hace hoy de aquella herencia, glorificando una militancia que
se derrumbó por el propio peso de su ineptitud.
Bárbaro sostiene que no ha habido en la Argentina una autocrítica de la
guerrilla y que la revisión, que solo puede partir de sus protagonistas,
está llamada a ser dolorosa: nadie se atreve a decir que el heroísmo de
la entrega militante fue inversamente proporcional a la pobreza de las
propuestas y a la falta de talento de quienes la conducían.
Con pasión y valentía, indaga en su experiencia personal para recrear
los escenarios en que nació la lucha armada en toda su complejidad: la
proscripción del peronismo que había cambiado la distribución de la
riqueza; la influencia de pensadores como Albert Camus y Régis Debray;
la fuerte presencia de una Iglesia dedicada a los pobres del mundo luego
del Concilio Vaticano II. Rescatando las críticas a la violencia que
supo lanzar en plena década del setenta, abre una puerta fundamental
para empezar a pensar en serio cómo se curan unas heridas que hoy siguen
sin cicatrizar.