Santo Tomás Moro redactó éste, su último manuscrito, de su puño y letra desde la Torre de Londres, tiempo en que estuvo confinado antes de su decapitación el 6 de julio de 1.535, pues fue acusado de alta traición por no prestar el juramento antipapista frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana en Inglaterra, oponerse al divorcio del Rey con la reina Reina Catalina de Aragٖón y no aceptar el Acta de Supremacía, que declaraba al rey Enrique VIII como cabeza de esta nueva Iglesia. La obra está llena de lecciones de auténtica piedad; pero que no pudo terminar, ya que antes de que pudiera hacerlo fue desposeído de sus cosas, quedando privado de sus libros, pluma, tinta y papel. Desde ese momento fue vigilado más estrechamente y muy poco después fue decapitado. Tomás Moro había decidido poner toda su atención mental en la agonía de Cristo antes de su captura y pasión corporal. Fija su atención en dos temas: la aceptación de la muerte y la oración de Cristo a Dios Padre. El primero le lleva a tratar del martirio por la fe; el segundo, a un brevísimo pero substancioso tratado sobre la oración mental. Dos cosas destacan y ambas con notable fuerza: el sentido común y el sentido sobrenatural, que el autor juzga indispensables para perseverar en las diversas pruebas por las que necesariamente ha de pasar el cristiano en su carrera hacia la santidad. Acudía él a esta contemplación de la agonía de Cristo para prepararse a la suya propia.
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