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    LA CARTA DE SATAN

    Por SAM ATKOS

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    Después de escuchar a Lisa no sabía que pensar, algo estaba sucediendo y yo no sabía qué hacer. Desde que comencé a ejecutar la misión las cosas no han salido de acuerdo al plan. Mis esperanzas de que Lisa me dijera que estaba pasando se esfumaron. Tenía que tomar una decisión, si seguir en la misión o averiguar que estaba sucediendo realmente por mi cuenta. No tenía ningún contacto en Berlín, estaba solo. Salí del salón preocupado acerca de todo lo que me había dicho Lisa, si todo era cierto mi vida estaba en peligro. Mientras caminaba por el pasillo perdido en mis pensamientos… ¡Daniel! Espera –escuché la voz de Ana. Me detuve inconscientemente sin girar hacia atrás.
    –¿Qué piensas hacer? –dijo Ana tocando mi brazo
    –No sé, pero cualquiera sea la decisión debo apresurarme.
    –¡Vamos! Salgamos de aquí –dijo Ana al tiempo que caminaba con prisa.

    Intenté preguntarle a dónde íbamos pero preferí guardar silencio por el momento. No me sentía bien en aquel sitio, quería salir pronto de ese lugar.
    Al salir aún estaba el sujeto en el auto en que nos había llevado. Ana abrió la puerta trasera subiéndose al instante, me quedé de pie viéndola. ¡Qué esperas! Debemos darnos prisa –dijo Ana un poco preocupada. “Antes de subir necesito saber a dónde vamos” –dije.
    –Debes tomar una decisión, mientras lo haces te llevo a un lugar seguro –dijo Ana.
    –¿Y a dónde vamos? –pregunté
    –Es un sitio seguro –insistió Ana.

    Mi maleta estaba aún en el auto.
    Debía deshacerme de todo lo que me había dado la CIA.
    –Llévanos a Wustermark –le dijo Ana al sujeto.
    –¿Por qué nunca dices su nombre? –le pregunté a Ana
    –¡Lo siento! No los presenté antes. Daniel él es Georg.

    El sujeto vio por el espejo retrovisor sin decir una palabra, hizo un gesto con la cabeza y siguió conduciendo. Sus ojos eran como hielo, no le gustaba hablar. Tenía una mirada intimidante, como si te quisiera asesinar y no era para menos media un metro noventa centímetros y músculos definidos, tenía un aspecto de militar. Era alguien de quien cuidarse.
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