Los subempleos (y los subsalarios), la precariedad y la exclusión constituyen fenómenos en crecimiento. Los menguantes dispositivos de la acción pública no bastan para contrarrestar los efectos devastadores de tales fenómenos en un número creciente de familias afectadas. El aumento de la fuerza de trabajo global (sobre todo, de proletarios y subproletarios compitiendo por la supervivencia) provoca tendencias deflacionistas para los salarios de los obreros de los países industrializados. Pero el incremento de las desigualdades y la degradación de las vivencias en el mundo del trabajo no parecen suficientes para promover un renacimiento de la conciencia de clase obrera. El problema de la identidad de clase afecta de lleno a la conciencia de clase. Todo se hace más confuso en virtud de la diversidad de situaciones y posiciones sociales, políticas y económicas (dadas las diferencias identitarias), de modo que los factores de dominación y explotación se solapan de continuo estableciendo distintas prioridades y confundiendo, a menudo, la conciencia de clase con otras formas de conciencia. Tanto peor cuanto que el oscurecimiento de la conciencia de clase se reproduce en un contexto de explosión de las desigualdades sociales.
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