La cultura de la guerra impregnaba casi todos los aspectos de la vida en la España del Siglo de Oro, siendo trascendente tanto en la dimensión económica, como en la social, cultural y, por supuesto, política de aquellos tiempos. Por parte de las instancias del poder había una clara intencionalidad de que el mensaje esencial de la política exterior, junto con sus objetivos, fueran conocidos y compartidos por la gran masa de súbditos de la monarquía, para poder llevar a cabo empresas tan amplias y ambiciosas como se proponía el titánico imperio español de aquellos tiempos. La literatura se mostraba así como un instrumento de propaganda para convencer a los “españoles de a pie” de la bondad de los costosísimos sacrificios a los que se veían abocados.
Pero, además, los autores, al estar ellos mismos imbuidos de esa misma cultura de la guerra, consideraban que, el de los hechos militares, era un tema bastante atractivo y recurrente para su éxito casi inmediato ante el gran público; sobre todo si en sus obras se exponían los hechos gloriosos y las hazañas de los españoles y la propia condición excepcional que se tenía de ser español por aquel entonces. En pocas actividades se reflejan tan bien esos principios como en el sublime teatro español del siglo de Oro, donde, de una forma absolutamente efectista (es esto, precisamente, uno de los objetivos fundamentales del género) se ponen de manifiestos todas estas grandezas, aunque también las miserias, para hacerlo todavía más comprensible y realista. El teatro no cabe duda de que trinfó ante las masas. Y, con las leyes del mercado en la mano, era el gran público el que mandaba, y, así, los autores le dieron lo que quería, que se le recordara la singular condición de ser español en unos momentos en que, los reconocidos hijos de Marte, estaban diseminados con sus armas, y con sus furia, por buena parte de los campos de Europa. Es muy probable que éste fuera uno de los apoyos más grandes que se pudieron tener para ser más “aceptable” el constante sacrificio de la detracción militar: la consideración de participar en un proyecto común en el que estaba en juego no sólo la grandeza del monarca, sino también la supervivencia de la civilización occidental y la exaltación de la religión Católica.
Con un planteamiento esencialmente interdisciplinar, Historia y Literatura, y Literatura e Historia, se entremezclan para, a partir de los textos (la mayoría de una gran belleza y algunos muy divertidos) la imagen que se proyectaba sobre el público se proyecte asimismo en el libro para la comprensión por el lector un fenómeno histórico de amplísima relevancia: la cultura de la guerra en el Siglo de Oro español.
Pero, además, los autores, al estar ellos mismos imbuidos de esa misma cultura de la guerra, consideraban que, el de los hechos militares, era un tema bastante atractivo y recurrente para su éxito casi inmediato ante el gran público; sobre todo si en sus obras se exponían los hechos gloriosos y las hazañas de los españoles y la propia condición excepcional que se tenía de ser español por aquel entonces. En pocas actividades se reflejan tan bien esos principios como en el sublime teatro español del siglo de Oro, donde, de una forma absolutamente efectista (es esto, precisamente, uno de los objetivos fundamentales del género) se ponen de manifiestos todas estas grandezas, aunque también las miserias, para hacerlo todavía más comprensible y realista. El teatro no cabe duda de que trinfó ante las masas. Y, con las leyes del mercado en la mano, era el gran público el que mandaba, y, así, los autores le dieron lo que quería, que se le recordara la singular condición de ser español en unos momentos en que, los reconocidos hijos de Marte, estaban diseminados con sus armas, y con sus furia, por buena parte de los campos de Europa. Es muy probable que éste fuera uno de los apoyos más grandes que se pudieron tener para ser más “aceptable” el constante sacrificio de la detracción militar: la consideración de participar en un proyecto común en el que estaba en juego no sólo la grandeza del monarca, sino también la supervivencia de la civilización occidental y la exaltación de la religión Católica.
Con un planteamiento esencialmente interdisciplinar, Historia y Literatura, y Literatura e Historia, se entremezclan para, a partir de los textos (la mayoría de una gran belleza y algunos muy divertidos) la imagen que se proyectaba sobre el público se proyecte asimismo en el libro para la comprensión por el lector un fenómeno histórico de amplísima relevancia: la cultura de la guerra en el Siglo de Oro español.