Laila creía de corazón que el matrimonio debe estar basado en el amor, no en el deber. Su unión con el jeque Jabril ayudaría a mejorar y mantener la estabilidad política de su país, además de traer honor y orgullo al pueblo de su provincia, y Jabril era desde luego atractivo. Era alto, con la constitución de un dios olímpico y exudaba poder y masculinidad. ¡Pero ese hombre era un jugador de la peor clase, con amantes repartidas por el mundo! Ella entiende que no puede decirle que no al Jeque de Surisia, así que le solicita respetuosamente que traten su matrimonio como el acuerdo de negocios que es. ¿Cuál es su respuesta? ¡La besa! Con ese beso, él le demuestra que no aceptará nada menos que su plena aceptación, pero ella también descubre que su pasión y presencia física provocan algo dentro de ella que no puede controlar.
En su primer evento público juntos Jabril confirma que ha elegido una esposa excelente. No solo es asombrosamente bella, sino también inteligente y con grandes habilidades sociales. Será una compañera digna para gobernar su reino, ¡y compartir su cama! Su respuesta temblorosa a sus caricias lo excita, pero la sugerencia de que vivan básicamente vidas separadas lo confunde y divierte. De ningún modo permitirá eso. La intensidad de su primer beso persiste en su memoria y no se detendrá hasta que haya probado todo lo que ella puede dar. La quiere en su cama, cada noche. ¡Y la tendrá!
En su primer evento público juntos Jabril confirma que ha elegido una esposa excelente. No solo es asombrosamente bella, sino también inteligente y con grandes habilidades sociales. Será una compañera digna para gobernar su reino, ¡y compartir su cama! Su respuesta temblorosa a sus caricias lo excita, pero la sugerencia de que vivan básicamente vidas separadas lo confunde y divierte. De ningún modo permitirá eso. La intensidad de su primer beso persiste en su memoria y no se detendrá hasta que haya probado todo lo que ella puede dar. La quiere en su cama, cada noche. ¡Y la tendrá!