La segunda entrega de la Trilogía Romana, tras La República, nos sitúa en el principio del todo, en el año dos mil setecientos y pico terrestre. Los personajes, por tanto, son otros, inmersos en una sociedad sofisticada emanada del restablecimiento de la nación romana, heredera, muchos siglos después, del antiguo imperio.
El viaje del tiempo es una realidad desde hacía muchos años, pero estaba estrictamente prohibido más allá de esporádicas autorizaciones para fines científicos. Un cuerpo especial de policía de élite vela por el riguroso cumplimiento de ese precepto, pero todo precepto tiene sus resquicios, y hay personas que saben encontrarlos.
La realidad no es la que parece, o sí, pero eso sólo se puede descubrir a través de las páginas del libro.
El viaje del tiempo es una realidad desde hacía muchos años, pero estaba estrictamente prohibido más allá de esporádicas autorizaciones para fines científicos. Un cuerpo especial de policía de élite vela por el riguroso cumplimiento de ese precepto, pero todo precepto tiene sus resquicios, y hay personas que saben encontrarlos.
La realidad no es la que parece, o sí, pero eso sólo se puede descubrir a través de las páginas del libro.