Ernesto Durán sabe que está enfermo. Aunque los resultados clínicos digan lo contrario, desde que se ha separado de su mujer y vive solo, padece todos los síntomas de un mal que, según sospecha, puede ser mortal. Su obsesión va más allá de la mera hipocondría, y tiene la certeza de que sólo hay un médico que puede salvarlo. Pero el elegido, el doctor Andrés Miranda, en esos mismos momentos se enfrenta a una tragedia personal: un diagnóstico irrefutable que señala que su padre tiene cáncer, y le quedan pocas semanas por vivir. Mientras Durán necesita desesperadamente hablar de su caso y de él mismo, el doctor Miranda se siente rehén del silencio, es incapaz de hacer con su padre lo que siempre ha hecho con sus pacientes: decir la verdad. La vivencia de la enfermedad en estas dos personas que ocupan posiciones tan distintas, el médico que sabe acerca de la vida y de la muerte y no quiere o no puede hablar, y el enfermo de angustia que sólo sabe que su sufrimiento no le deja vivir, es la columna vertebral que sostiene a esta hermosa novela, madura, adulta, reflexiva y refinada, que nos susurra desde su primera página algo que está en nuestra naturaleza: vivir mata. Un libro notable, escrito en un registro inusual en nuestra lengua, que mezcla lo profundo con lo veloz, que apela a las emociones pero también a la inteligencia del lector. Desde distintas historias, conmovedoras, tiernas, divertidas y trágicas, Alberto Barrera Tyszka nos propone una versión de la existencia que asume todos sus goces, pero también su fragilidad.
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