Textos que giran alrededor de la demencia, de la locura cósmica, de aberrantes religiones que se creían desaparecidas pero que estaban siendo cultivadas, desde hace muchos milenios ya, por antiguos pueblos que vivían en los territorios más fríos y alejados de lo que fue la gran Unión Soviética. Creencias arcaicas que fueron trasplantadas a Cuba bajo el manto de la ayuda económica e ideológica prestada a la nación socialista del Caribe por parte de los países miembros del Campo Socialista. Textos que relatan lo que ocurre en una ciudad, Moa, minera por excelencia y enclavada en la zona más remota y selvática de Cuba. Ciudad donde el alcoholismo es endémico y donde las enfermedades venéreas y de pulmón no son infrecuentes; donde se reverencian deidades africanas y se hacen extraños sacrificios de sangre a dioses que existían antes de que Sodoma, Gomorra y Babilonia la Grande fueran construidas. Un lugar donde los ritos del Palo Monte y el Vudú se mezclan con creencias más primitivas de cuando el hombre aún se agrupaba en clanes alrededor del fuego y gritaba sus miedos agónicos desde el fondo de la caverna, mientras inteligencias lúgubres y ancestrales los miraban, los estudiaban, los devoraban en terribles aquelarres de los que apenas queda memoria en antiguas leyendas y en estudios de antropólogos modernos como Murray o Fraser. Y todo gira alrededor de un antiguo libro, un libro execrado por hombres, abominado por las religiones de todo el mundo y que ha sobrevivido a continuos holocaustos. Un libro escrito desde la demencia, texto que sobrevivirá, sin duda, a la mísera existencia humana.
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