MONÓLOGO TEATRAL “TRAQUIJOTESCO”
BREVE DESCRIPCIÓN:
A veces, cuando uno se aparca en la cuneta del mundo para ver desfilar la vida que se le escurre de su propio tiempo, es necesario hincarse una espuela para abandonar esa nociva comodidad que la pasividad ofrece. Rocinante es la salida que llevará a Don Quijote a los confines de su mundo imaginario, y la espuela que el Caballero de la Triste Figura le hinca en el costado a su rocín, es el primer paso para arriesgarse a vivir otra realidad y atreverse a realizar la vida que uno desea.
ACERCA DE LOS IDEALES, LA EXISTENCIA, EL TIEMPO Y LA LOCURA
Un idealismo desmesurado conlleva una escasez de pragmatismo que suele impedir el pleno desarrollo de nuestros anhelos vitales. Aspirar a que el mundo se ajuste a nuestros ideales en lugar de intentar adaptar dichos ideales a la realidad sobre la cual intentamos materializarlos, acaba por ennegrecer nuestros corazones con un poso de frustración que oscurece, como una capa de magma extinto, cada uno de sus latidos.
Sin embargo, en algún momento de nuestras vidas, una sola chispa, intensa e inesperada, puede prender las llamas que inflamen ese magma aletargado para hacerle recobrar su antigua condición volcánica. El desenlace se traduce en una erupción vital cuya voracidad se ve alimentada por la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido. El remordimiento, a su vez, siembra la conciencia con explosiones de rabia y amargura que dictan nuevos dogmas con el fervor del nuevo converso. El pasado, y sobre todo los errores que han configurado su legado, encarnan la identidad del enemigo a batir, y todas las armas que destruyan o nos alejen de su trayectoria, se forjarán con el ímpetu de un visionario a quien un nuevo lucero ha bautizado con el resplandor de una flamante promesa que enmascare la ineptitud para conferirle sentido a la propia existencia.
En tal encrucijada encontramos a Alonso Quijano, trazando sobre las estepas de su conciencia una cartografía alternativa que muchos situarían en los confines de la locura. Una locura que evidencia nuestra condición humana en su forma más grotesca, vulnerable y patética, pero que al mismo tiempo nos redime de aquellos amarres que nos alejaban del caos cósmico que nos engendró. Sobre la arena del desierto en el que ha despertado, Alonso Quijano traza ondulaciones para levantar el oleaje que lo lleve a la deriva y lo vapulee con impulsos de vitalidad que consigan descoyuntar el esqueleto de su letargo. Se lanza, a pecho desnudo, sobre el mar quebrado que se abre ante todos los infelices que no tienen nada que perder. No es una chispa lo que lo sacude de su tedio existencial, sino una espina que, clavada en su corazón, lo desangra de esperanzas y lo abandona sobre el sendero de la andante caballería para que los nobles ideales que orientan dicha orden lo adopten como a un huérfano que ha perdido todas sus señas de identidad. De esta manera, Alonso Quijano se afronta al ocaso de su vida con un relámpago de revelación en la mirada, y un temblor de talones que cimbrea los magros flancos de Rocinante con un escalofrío premonitorio.
Toni Conesa
https://www.amazon.com/author/toniconesa
BREVE DESCRIPCIÓN:
A veces, cuando uno se aparca en la cuneta del mundo para ver desfilar la vida que se le escurre de su propio tiempo, es necesario hincarse una espuela para abandonar esa nociva comodidad que la pasividad ofrece. Rocinante es la salida que llevará a Don Quijote a los confines de su mundo imaginario, y la espuela que el Caballero de la Triste Figura le hinca en el costado a su rocín, es el primer paso para arriesgarse a vivir otra realidad y atreverse a realizar la vida que uno desea.
ACERCA DE LOS IDEALES, LA EXISTENCIA, EL TIEMPO Y LA LOCURA
Un idealismo desmesurado conlleva una escasez de pragmatismo que suele impedir el pleno desarrollo de nuestros anhelos vitales. Aspirar a que el mundo se ajuste a nuestros ideales en lugar de intentar adaptar dichos ideales a la realidad sobre la cual intentamos materializarlos, acaba por ennegrecer nuestros corazones con un poso de frustración que oscurece, como una capa de magma extinto, cada uno de sus latidos.
Sin embargo, en algún momento de nuestras vidas, una sola chispa, intensa e inesperada, puede prender las llamas que inflamen ese magma aletargado para hacerle recobrar su antigua condición volcánica. El desenlace se traduce en una erupción vital cuya voracidad se ve alimentada por la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido. El remordimiento, a su vez, siembra la conciencia con explosiones de rabia y amargura que dictan nuevos dogmas con el fervor del nuevo converso. El pasado, y sobre todo los errores que han configurado su legado, encarnan la identidad del enemigo a batir, y todas las armas que destruyan o nos alejen de su trayectoria, se forjarán con el ímpetu de un visionario a quien un nuevo lucero ha bautizado con el resplandor de una flamante promesa que enmascare la ineptitud para conferirle sentido a la propia existencia.
En tal encrucijada encontramos a Alonso Quijano, trazando sobre las estepas de su conciencia una cartografía alternativa que muchos situarían en los confines de la locura. Una locura que evidencia nuestra condición humana en su forma más grotesca, vulnerable y patética, pero que al mismo tiempo nos redime de aquellos amarres que nos alejaban del caos cósmico que nos engendró. Sobre la arena del desierto en el que ha despertado, Alonso Quijano traza ondulaciones para levantar el oleaje que lo lleve a la deriva y lo vapulee con impulsos de vitalidad que consigan descoyuntar el esqueleto de su letargo. Se lanza, a pecho desnudo, sobre el mar quebrado que se abre ante todos los infelices que no tienen nada que perder. No es una chispa lo que lo sacude de su tedio existencial, sino una espina que, clavada en su corazón, lo desangra de esperanzas y lo abandona sobre el sendero de la andante caballería para que los nobles ideales que orientan dicha orden lo adopten como a un huérfano que ha perdido todas sus señas de identidad. De esta manera, Alonso Quijano se afronta al ocaso de su vida con un relámpago de revelación en la mirada, y un temblor de talones que cimbrea los magros flancos de Rocinante con un escalofrío premonitorio.
Toni Conesa
https://www.amazon.com/author/toniconesa