La devastadora crisis financiera ha multiplicado la presencia en nuestra sociedad de la figura del «emprendedor», entendido como el portador cultural y social del nuevo hombre acorde al proyecto de clase neoliberal. Emprender significa lograr convertirse uno mismo en un producto que se ofrece a otros, los que ostentan capital, llamando su atención para que vean en tu persona un valor a explotar, a emplear. Nada hay ya no que no se mida y se entienda como una relación empresarial. Nos convencemos de ello cuando, carne de coaching y autoayuda, recorremos el camino a la servidumbre y nos hundimos en la charca de los perdedores. Solo siendo capaces de organizarnos, de manera que la cooperación domine a la competencia, podremos empezar a construir la subversión contra el totalitarismo de la empresa-mundo.
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