Una noche de verano, una familia vuelve de pasar el día junto al río Tajo: un anciano hidalgo, su esposa, su hija mayor, de unos dieciséis años, su hijo pequeño y la criada. Rodolfo, un joven de unos veintidós años de aquella ciudad, va a caballo junto con otros cuatro amigos suyos en dirección contraria a la familia. Todos los jóvenes son de buena familia y perversas intenciones. Rodolfo, fascinado por la hermosura de la hija mayor, de nombre Leocadia, decide acostarse con ella. Tras proponerle la idea a sus amigos, todos dan media vuelta para raptarla, por dar gusto a Rodolfo. Los jóvenes se cubren los rostros y desenvainan las espadas. A pesar de los esfuerzos de la familia por defenderse, sus llantos y las llamadas de socorro, Rodolfo logra raptar a Leocadia, que se desmaya por el camino. El joven se la lleva a su propia casa, donde la viola aprovechando su inconsciencia. Tras consumar la violación, Rodolfo decide abandonar a Leocadia en la calle, pero ella despierta y, tras recriminarle su maldad, le pide que le haga el favor de matarla, pues prefiere la muerte antes que vivir deshonrada. Al no hacerlo, Leocadia le hace prometer a Rodolfo (cuyo rostro no llega a ver en ningún momento) que jamás hablará con nadie de lo sucedido y que la dejará en la calle, sin seguirla ni preguntarle por su nombre ni el de su familia. Rodolfo va a buscar a sus compañeros para pedirles consejo, lo que ella aprovecha para observar detenidamente la habitación y las vistas de la ventana con el propósito de saber bien dónde está y robar un pequeño crucifijo de plata para tener una prueba de que ha estado allí. Al cabo de un rato, Rodolfo vuelve, la monta en su caballo con los ojos vendados y por fin la deja libre. Leocadia se reencuentra con su familia, que la recibe con gran alegría; tras contarles todo lo sucedido, les propone entregar el crucifijo en la iglesia y que se haga pública su ofensa para poder encontrar al culpable. Sin embargo, su padre la disuade de la idea, porque hay menos probabilidades de que aparezca el culpable que de que la malicia del pueblo haga escarnio público de la deshonra de Leocadia. Lo único que puede hacer es rezar y resignarse. Mientras tanto, Rodolfo se marcha de viaje a Italia tras prácticamente haber olvidado lo sucedido. Leocadia pasa el tiempo recluida en su casa sin tener contacto con nadie por temor a que se den cuenta de su desgracia, pero no tarda en descubrir que ha quedado embarazada de esa fatídica noche. Finalmente, da a luz en secreto a un hijo, al que llama Luis en honor a su propio padre.
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