Lo que les voy a contar es la historia de un sueño, casi un cuento de hadas. En el año de mil novecientos noventa y dos llegué con mi familia a la urbanización de La Fresneda (en el municipio de Siero, Asturias) y a todos nosotros nos pareció un lugar idóneo para vivir. Tenía instalaciones deportivas, muchos árboles, bosques, ríos y una gran variedad de aves. Además a un extremo del pueblo (todavía en ciernes) una pequeña colina poblada de bosque, sotobosque, arbustos, prados y algunos caseríos (surcada por caminos y senderos) parecía constituir también un lugar muy propicio para hacer ‘running’.
Encontré en la belleza incomparable del Club de Campo un espacio deportivo excepcional para entrenar (árboles, río, aves, verdes campos...). Así que nos asentamos en La Fresneda llenos de proyectos e ilusiones. Pronto me calcé las zapatillas de clavos y me dispuse a trazar una ruta virgen sobre hierba por todo el perímetro del Club de Campo. De esa forma comencé a correr siempre sobre mis pasos, llevando a cabo todos los días el mismo recorrido, entre la hierba alta y bucólica, aprovechando las márgenes del río Noreña y del arroyo Forcón. ¡Qué tiempos tan irrepetibles!. No tardé mucho en dejar una huella sensible sobre el césped inmaculado, pues a fuerza de repetir la pisada sobre los mismos lugares ya se sabe que en cualquier sitio enseguida se termina marcando un camino.
Encontré en la belleza incomparable del Club de Campo un espacio deportivo excepcional para entrenar (árboles, río, aves, verdes campos...). Así que nos asentamos en La Fresneda llenos de proyectos e ilusiones. Pronto me calcé las zapatillas de clavos y me dispuse a trazar una ruta virgen sobre hierba por todo el perímetro del Club de Campo. De esa forma comencé a correr siempre sobre mis pasos, llevando a cabo todos los días el mismo recorrido, entre la hierba alta y bucólica, aprovechando las márgenes del río Noreña y del arroyo Forcón. ¡Qué tiempos tan irrepetibles!. No tardé mucho en dejar una huella sensible sobre el césped inmaculado, pues a fuerza de repetir la pisada sobre los mismos lugares ya se sabe que en cualquier sitio enseguida se termina marcando un camino.