Las fuentes del Zen –el hinduismo, el budismo y el taoísmo– son casi todas religiosas o místicas, como se aprecia en los capítulos iniciales de este libro, sin embargo en el Zen se acentúan aspectos más bien existenciales y fácticos que en poco se relacionan con creencias teológicas o mágicas. Si bien el budismo indio contiene la perspectiva de la iluminación, según se advertirá, el Zen transforma esto en otra cosa; en el llamado satori, que de ninguna manera se confunde con una revelación o un estado contemplativo. La iluminación Zen es, ante todo, más la consecuencia de una falta de creencia que la causa de una fe en cualquier trascendencia divina. El Zen, sin acomodarse exactamente a ello, funciona como una filosofía práctica y de la acción que busca afirmar la vida y el mundo como tal. El maestro no tiene, en rigor, algo que enseñar y que el discípulo deba aprender, que no sea simplemente vivir.
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