La Masonería es esencialmente un sistema filosófico y religioso expresado bajo la forma de un ceremonial dramático, concebido para proporcionar respuestas a las tres grandes cuestiones que reclaman inexorablemente la atención de todo hombre reflexivo: ¿Qué soy yo? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
Puede resultar una sorpresa para algunos miembros de nuestra Orden escuchar que nuestros ritos ceremoniales, tal y como se realizan actualmente, no confieren una iniciación real de ningún tipo, en el sentido original de admitir a un hombre a los solemnes misterios de la Ciencia Divina.
Afirmamos que llevamos a cabo la Iniciación, pero pocos masones conocen lo que la Iniciación real implica. La Masonería presupone que el hombre es una criatura caída; que su naturaleza personal es transitoria, una expresión irreal de su verdadero ser, tal y como fue concebido en la Mente Divina; y que, con una enseñanza adecuada y autodisciplina, puede reconstruirse y reorganizarse, recuperando la condición original de la que ha caído. La actual naturaleza de su personalidad es, no obstante, la piedra fundacional o cimiento a partir del cual esa reorganización puede acometerse, existiendo en su interior, aunque en caos y desorden, todo el material necesario para este propósito. Pues es únicamente en el momento en que la verdadera Iniciación se ha alcanzado cuando la Palabra Perdida ha sido encontrada en el profundo Centro del propio ser, y los genuinos pero dormidos secretos de nuestro ser inmortal están siendo restaurados, sustituyendo al conocimiento natural y a las facultades que, en este mundo temporal y efímero, nos han sido otorgadas por la Providencia como sustitutivas de las verdaderas.
Puede resultar una sorpresa para algunos miembros de nuestra Orden escuchar que nuestros ritos ceremoniales, tal y como se realizan actualmente, no confieren una iniciación real de ningún tipo, en el sentido original de admitir a un hombre a los solemnes misterios de la Ciencia Divina.
Afirmamos que llevamos a cabo la Iniciación, pero pocos masones conocen lo que la Iniciación real implica. La Masonería presupone que el hombre es una criatura caída; que su naturaleza personal es transitoria, una expresión irreal de su verdadero ser, tal y como fue concebido en la Mente Divina; y que, con una enseñanza adecuada y autodisciplina, puede reconstruirse y reorganizarse, recuperando la condición original de la que ha caído. La actual naturaleza de su personalidad es, no obstante, la piedra fundacional o cimiento a partir del cual esa reorganización puede acometerse, existiendo en su interior, aunque en caos y desorden, todo el material necesario para este propósito. Pues es únicamente en el momento en que la verdadera Iniciación se ha alcanzado cuando la Palabra Perdida ha sido encontrada en el profundo Centro del propio ser, y los genuinos pero dormidos secretos de nuestro ser inmortal están siendo restaurados, sustituyendo al conocimiento natural y a las facultades que, en este mundo temporal y efímero, nos han sido otorgadas por la Providencia como sustitutivas de las verdaderas.