En palabras del autor, «el kirchnerismo no solo gobierna por la recuperación económica sino por una cuestión de fe, en esto se diferencia del menemismo». Abraham discute con lucidez y valentía este sistema de creencias.
Se usa la memoria colectiva para legitimar el poder. La nación argentina se convierte en un monstruo dormido que sueña la voluntad de los que mandan. Segrega palabras que le dan una identidad. Las necesita para no perderse, para sentirse dueña de un destino, depositaria de alguna misión.
Un filósofo se dedica a «desrelatar», a «contraopinar», a no creer en lo que él mismo piensa, sostiene en estas páginas Tomás Abraham. La conversión de un pensamiento en una creencia es igual a un procedimiento de momificación. Pensar es como respirar, la falta de aire lo acaba, lo esteriliza, lo aplasta. Y los voceros del saber y del poder instituyente no sólo quieren que creamos, sino que lleguemos a la cumbre de la creencia: la adoración.
La sociedad argentina dicen que volvió a creer. Sacrificio. Víctima. Mártir. Enemigo. Hereje. Mito. Estas son las palabras y las imágenes en las que se basa el relato. Abraham discute con lucidez y valentía este sistema de creencias. Por eso, los fragmentos reunidos en este libro se organizan como un contrarrelato: no son su negativo, sino la palabra de lo que aquel relato silencia y los actos que preanuncia.