Un viajero decide tomar el tren Hendaya-Lisboa, el histórico Surexpreso, y pasar unos días en la capital lusa. En ese lapso de tiempo recorrerá la ciudad a través de trece relatos, que servirán de guía al lector para caminar como el protagonista: sin rumbo fijo, dejándose imbuir por la atmósfera irreal que Lisboa desprende. Si Lisboa fuese una mujer sería una anciana. Una de esas mujeres mayores que han afrontado el paso del tiempo con dignidad. Llena de arrugas, de vicios y achaques, Lisboa resiste estos tiempos líquidos navegando sobre el Tajo, como lleva siglos haciendo. Es, pensándolo bien, una anciana acodada en uno de los miradouros de la ciudad. Una mujer que contempla un tiempo que ya no es el suyo con esa media sonrisa de quien se sabe fuera de lugar y no le importa. Este libro es también un retrato aproximado de esa mujer. Las almas melancólicas lo comprenderán. Se trata de caminar por la ciudad dirigiéndose hacia lo más oscuro de uno mismo. Sumergirse en el fondo, soltar lastre en el abismo, para solo así poder reflotar de nuevo alcanzando la luz. La luz de Lisboa.
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