La Riviera francesa de fines del siglo XIX era el fastuoso escenario de todos los boatos y todas las miserias, de todos los éxitos insolentes y todos los vicios secretos de las altas esferas europeas. En ese marco exuberante, el príncipe Vladimir Noronsoff, último vástago de una estirpe condenada por un hechizo misterioso, no ahorrará esfuerzos para ocupar, a costa de escándalos y prodigalidades, el lugar más destacado en medio de aquella refinada fauna cosmopolita. Sabe que vive sus últimos momentos, y quiere transformar su prolongada agonía en una memorable y fugitiva resurrección de la antigüedad grecolatina.
Jean Lorrain fue el más destacado y el más escandaloso exponente del así llamado decadentismo francés. Dandy extravagante, periodista de pluma irreverente y despiadada, anatomista lúcido y tenaz de todos los vicios de la sociedad finisecular, autor de una vastísima obra que, con imaginación desbordante y verba personalísima, desarrolló en los cincuenta breves años de su vida, y que abarca las formas diversas de la novela, el cuento, la poesía, el teatro, la crónica de viajes, sufrió tras su muerte una eficaz conspiración del silencio, con la que parecieron vengarse quienes habían sido, no siempre injustificadamente, víctimas de su implacable mordacidad. Luego de un prolongado purgatorio, comienza a ocupar desde fines del siglo XX el lugar que le corresponde en las letras francesas
Jean Lorrain fue el más destacado y el más escandaloso exponente del así llamado decadentismo francés. Dandy extravagante, periodista de pluma irreverente y despiadada, anatomista lúcido y tenaz de todos los vicios de la sociedad finisecular, autor de una vastísima obra que, con imaginación desbordante y verba personalísima, desarrolló en los cincuenta breves años de su vida, y que abarca las formas diversas de la novela, el cuento, la poesía, el teatro, la crónica de viajes, sufrió tras su muerte una eficaz conspiración del silencio, con la que parecieron vengarse quienes habían sido, no siempre injustificadamente, víctimas de su implacable mordacidad. Luego de un prolongado purgatorio, comienza a ocupar desde fines del siglo XX el lugar que le corresponde en las letras francesas