Cada vez que nos proponemos transmitir a alguien la misa, lo hacemos queriendo explicársela, pretendiendo que sepa lo que significa cada gesto que hace o cada palabra que dice. Nuestra mentalidad cartesiana busca capacitarle para que controle racionalmente lo que ocurre y por qué ocurre. Sin embargo, a la misa no se accede por la razón. La misa es una experiencia, como lo es entrar en un estadio de fútbol, formar parte de una orquesta, hacer puenting, ser padre o darse el primer beso. A esta experiencia litúrgica se accede con el corazón abierto: a los que se acercan desde la afectividad les resulta más fácil descubrir el lenguaje de amor presente en cada segundo de este viejo oficio. De forma fresca, audaz y moderna el autor expone un planteamiento que era preciso recuperar: que lo más vivo y lo más capaz de transmitir «vida», lo más intenso y tierno que sucede cada día en el planeta Tierra, ocurre escondido bajo los ritos de la misa. El espíritu de los Padres de la Iglesia y de teólogos orientales aletea por estas páginas, lo que hace de este libro una pequeña joya de la literatura contemporánea.
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