El destino es eso, una raya antes de esta nada.
Esta es la radiografía de una época. La que nos ha tocado vivir. Gilda Salinas no maquilla la realidad que vivimos, sobre todo en la frontera norte del país. A través del El Conde, un narcotraficante mesiánico, con claro delirio de persecución, que intenta crear una federación del delito con el fin de que todo vuelva a esa extraña normalidad de hace apenas unas décadas, Salinas hace un recuento de los capos más famosos del país desde los años ochenta.
Y para que ese cáncer nacional siga avanzado con tanta rapidez, es necesario que haya víctimas, quienes son las verdaderas protagonistas de esta novela. Una familia secuestrada, un capo menor que disfruta asesinando, un pollero violador, una indocumentada que se queda a medio camino, un joven trabajador que será asesinado en la frontera, una red de pederastas, racismo y corrupción de autoridades, son padecidas en carne propia por hombres y mujeres que luchan por su vida y a quienes vemos a muy corta distancia.
Gilda Salinas se sirve de El Conde para refrescar la memoria de cómo se fue tejiendo la red delictiva a lo largo de los años, de uno y otro lado de la frontera: #Primero te pago porque siembres, coseches y empaques mis vicios y luego le pongo precio a tu cabeza y te extradito porque me envicias a mis güeritos#. Y por medio de las víctimas, de sus voces y nuestros miedos, hace el aquí y el ahora de un país donde ya nadie puede vivir tranquilo.