Habëase convertido don Manuel en un soîador quejoso. Hacëa tiempo que parecëan extinguidas en çl aquellas rßfagas de alegrëa loca que, de tarde en tarde, solëan sacudirle, agitando toda la casa. En tales ocasiones, parecëa don Manuel un delirante. Todo su cuerpo se conmovëa con el huracßn de aquel extraîo gozo que le hacëa cantar, correr, tocar el piano y reirse a carcajadas. Mirßbanle entonces, compadecidos, los criados, y la vieja Rita, haciçndose cruces en un rincðn, desgranaba su rosario a toda prisa, murmurando:’Son los malos” , los malos” ; siempre estuvo el mi pobre poseëdo” . Carmencita seguëa los pasos acelerados de su padrino, pßlida y silenciosa, prestando un dulce asentimiento a aquella alegrëa disparatada y sonriendo con mucha tristeza
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