Cuando se cuenta una historia, la parte más difícil siempre es el principio. Hay que encontrar las palabras adecuadas para captar desde un comienzo la atención de quien nos escucha, encontrar el compromiso adecuado entre decir la verdad de los hechos e inventarse los detalles necesarios para sorprender, pero sin llegar a perder credibilidad. Aunque, en este caso, estoy seguro de que no necesitaré añadir nada a la simple realidad de los hechos para captar vuestra atención en referencia a lo que me sucedió aquella maldita noche. O quizás debería decir bendita, no lo sé, aún tengo que decidirlo. Ah, perdonadme, aún no os he dicho quién soy. Soy Derek, Derek Spark. Y, si no os gusta, no puedo hacer nada: ese es el nombre que me pusieron. Soy un estudiante de lo más normal, a punto de empezar mi segundo año en la universidad. No tengo novia, no soy ningún héroe deportivo y no provengo de una familia pudiente. Pero tengo muchos amigos. Mejor dicho, pocos pero buenos, y muchas pasiones y aficiones que algunos tildarían de friki, y con toda seguridad, soy un buen chico, más o menos. Vivo en una pequeña ciudad de provincias, bastante tranquila. Aquí la criminalidad, por extraño que parezca, está prácticamente ausente. Vivo con mis padres y soy hijo único. Diría que mi vida, a fin de cuentas, es agradable, quizás algo monótona y repetitiva, pero eso era antes, antes de aquella noche...
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