Este libro es una guía espiritual en la oración contemplativa de la Baja Edad Media (Siglo XIV), sin embargo, es de igual utilidad para el hombre de hoy. El mensaje de este tratado sugiere que la manera de conocer a Dios es abandonar la consideración de determinadas actividades y atributos de Dios, y ser lo suficientemente valiente como para entregar la mente y el ego a la esfera de "lo desconocido", y en ese momento, uno puede empezar a vislumbrar la naturaleza de Dios y entrar en ese silencio místico de unión con Dios. Al igual que toda obra mística cristiana Cristo se encuentra en el centro de la oración, Cristo Resucitado y vivo. Esta obra da pautas y consejos de gran ayuda para todo aquél que desee iniciarse en la oración contemplativa.
Cuando te retires a hacer oración tú solo, aparta de tu mente todo lo que has estado haciendo o piensas hacer. Rechaza todo pensamiento, sea bueno o malo. No ores con palabras a no ser que te sientas movido a ello; y si oras con palabras, no prestes atención a si son muchas o pocas. No ponderes las palabras ni su significado. No te preocupes de la clase de oraciones que empleas, pues no tiene importancia que sean oraciones litúrgicas oficiales, salmos, himnos o antífonas; o que tengan intenciones particulares o generales; o que las formules interiormente con el pensamiento o las expreses en voz alta con palabras. Trata de que no quede en tu mente consciente nada a excepción de un puro impulso dirigido hacia Dios. Desnúdala de toda idea particular sobre Dios (c´omo es ´Él en s´ı mismo o en sus obras) y mant´en despierta solamente la simple conciencia de que E´l es como es. D´ejale que sea as´ı, te lo pido, y no le obligues a ser de otra manera. No indagues m´as en E´l, qu´edate en esta fe como en un s´olido fundamento. Esta simple conciencia, desnuda de ideas y deliberadamente amarrada y anclada en la fe, vaciara´ tu pensamiento y afecto dejando s´olo el pensamiento desnudo y la sensaci´on ciega de tu propio ser. Sentir´as como si todo tu deseo clamara a Dios y dijera:
Oh Señor, yo te ofrezco lo que soy, sin mirar a ninguna cualidad de tu ser sino al hecho de que Tú eres como eres; esto y nada más que esto.
Que este sosiego y oscuridad ocupe toda tu mente y que seas tú un reflejo de ella. Pues quiero que el pensamiento que tienes de ti mismo sea tan puro y simple como el que tienes de Dios. Así podrás estar espiritualmente unido a E´ l sin fragmentaci´on alguna y sin disipaci´on de tu mente. E´ l es tu ser y en E´l tu´ eres lo que eres, no s´olo porque E´l es la causa y el ser de todo lo que existe, sino porque E´l es tu causa y el centro profundo de tu ser. En esta obra de contemplaci´on, por tanto, has de pensar en E´l y en ti de la misma manera: esto es, con la simple conciencia de que E´l es como es y de que tu´ eres como eres. En este sentido tu pensamiento no quedar´a dividido o disperso, sino unificado en E´l, que es el todo.
Acu´erdate de esta distinci´on entre E´l y tu´: E´l es tu ser, pero tu´ no eres el suyo. Cierto que todo existe en E´l como en su fuente y fundamento del ser, y que E´l existe en todas las cosas, como su causa y su ser. Pero queda una distinci´on radical: E´l solo es su propia causa y su propio ser. Pues as´ı como nada puede existir sin E´l, de la misma manera E´l no puede existir sin E´l mismo. E´l es su propio ser y el ser de todas las dem´as cosas. De E´ l s´olo puede decirse: E´l est´a separado y es distinto de toda otra cosa creada. Y asímismo, E´l es el u´nico en todas las cosas y todas las cosas son una en E´l. Repito: todas las cosas existen en E´l; E´l es el ser de todo.
Siendo esto as´ı, deja que la gracia una tu pensamiento y afecto a E´l, mientras que tu´ te esfuerzas por rechazar hasta la más mínima indagación sobre las cualidades particulares de tu ciego ser o del suyo. Mantén tu pensamiento totalmente desnudo, tu afecto limpio de todo querer y tu ser simplemente tal como eres.
Cuando te retires a hacer oración tú solo, aparta de tu mente todo lo que has estado haciendo o piensas hacer. Rechaza todo pensamiento, sea bueno o malo. No ores con palabras a no ser que te sientas movido a ello; y si oras con palabras, no prestes atención a si son muchas o pocas. No ponderes las palabras ni su significado. No te preocupes de la clase de oraciones que empleas, pues no tiene importancia que sean oraciones litúrgicas oficiales, salmos, himnos o antífonas; o que tengan intenciones particulares o generales; o que las formules interiormente con el pensamiento o las expreses en voz alta con palabras. Trata de que no quede en tu mente consciente nada a excepción de un puro impulso dirigido hacia Dios. Desnúdala de toda idea particular sobre Dios (c´omo es ´Él en s´ı mismo o en sus obras) y mant´en despierta solamente la simple conciencia de que E´l es como es. D´ejale que sea as´ı, te lo pido, y no le obligues a ser de otra manera. No indagues m´as en E´l, qu´edate en esta fe como en un s´olido fundamento. Esta simple conciencia, desnuda de ideas y deliberadamente amarrada y anclada en la fe, vaciara´ tu pensamiento y afecto dejando s´olo el pensamiento desnudo y la sensaci´on ciega de tu propio ser. Sentir´as como si todo tu deseo clamara a Dios y dijera:
Oh Señor, yo te ofrezco lo que soy, sin mirar a ninguna cualidad de tu ser sino al hecho de que Tú eres como eres; esto y nada más que esto.
Que este sosiego y oscuridad ocupe toda tu mente y que seas tú un reflejo de ella. Pues quiero que el pensamiento que tienes de ti mismo sea tan puro y simple como el que tienes de Dios. Así podrás estar espiritualmente unido a E´ l sin fragmentaci´on alguna y sin disipaci´on de tu mente. E´ l es tu ser y en E´l tu´ eres lo que eres, no s´olo porque E´l es la causa y el ser de todo lo que existe, sino porque E´l es tu causa y el centro profundo de tu ser. En esta obra de contemplaci´on, por tanto, has de pensar en E´l y en ti de la misma manera: esto es, con la simple conciencia de que E´l es como es y de que tu´ eres como eres. En este sentido tu pensamiento no quedar´a dividido o disperso, sino unificado en E´l, que es el todo.
Acu´erdate de esta distinci´on entre E´l y tu´: E´l es tu ser, pero tu´ no eres el suyo. Cierto que todo existe en E´l como en su fuente y fundamento del ser, y que E´l existe en todas las cosas, como su causa y su ser. Pero queda una distinci´on radical: E´l solo es su propia causa y su propio ser. Pues as´ı como nada puede existir sin E´l, de la misma manera E´l no puede existir sin E´l mismo. E´l es su propio ser y el ser de todas las dem´as cosas. De E´ l s´olo puede decirse: E´l est´a separado y es distinto de toda otra cosa creada. Y asímismo, E´l es el u´nico en todas las cosas y todas las cosas son una en E´l. Repito: todas las cosas existen en E´l; E´l es el ser de todo.
Siendo esto as´ı, deja que la gracia una tu pensamiento y afecto a E´l, mientras que tu´ te esfuerzas por rechazar hasta la más mínima indagación sobre las cualidades particulares de tu ciego ser o del suyo. Mantén tu pensamiento totalmente desnudo, tu afecto limpio de todo querer y tu ser simplemente tal como eres.