Un poema caníbal sobre un animal colectivo que se reconoce en su entierro. Recurriendo a la intertextualidad, un segundo aliento del libro punza una contragénesis de la lobotomía, ese delirio de la ciencia sipquiátrica moderna, en su afán de crear sombies cívicos y urbanos.
Pastor de Moya continúa ascendentemente su búsqueda de nuevos acentos y ritmos lúdicos en beneficio de la poesía. (Eugenio García Cuevas).
Tenemos en nuestras manos el más reciente poemario de Pastor de Moya, La piara. Como todos los poemarios de este amigo, es un libro desconcertante. Pero, esto importa poco. Lo que sí importa es que los resultados son estéticamente válidos. Es como el caso de Marcel Duchamp con la Mona Lisa. ¿Es en serio o no que le ponga bigotes? No importa: el mensaje estético está ahí, contundente, y toma, pues, su propio camino y logra alcanzar su indiscutible sentido. Así este poemario de Pastor.
Concebido desde su inicio, La piara está calculado para confundir al lector. Y éste, en efecto, se confunde si lo lee de forma lineal; o sea, de la primera a la última página. Al hacerlo, no entenderá nada, lo que es, obviamente, el propósito del poeta. Ya captó la atención del lector, ¿qué más quiere? Es un indudable triunfo para él. En este sentido, La piara funciona como un texto que sigue más o menos los lineamientos de una estética del sueño, para no decir “surrealista”, y desencadenar así asociaciones que a lo mejor nada tienen que ver con esa tendencia artística. El velorio del puerco, el teorema de la lobotomía, la primera y segunda caída que desembocan en la navajita Gillette y el manual para suicidas mancos de ambos brazos serían, pues, múltiples elementos de un texto onírico, o, si se quiere, diferentes colores y tonalidades en un cuadro abstracto con tendencias surrealistas, tipo Chagall.
La piara se puede fácilmente leer de esta forma y aún así sacarle provecho como poemario válido. Nos encontramos en medio de la confusión y del estro artístico y, si lo que nos importa es sólo esta experiencia, todo está resuelto. La piara sería uno de los muchos poemarios que esos poetas actuales nos estrujan en la cara cada día por desprecio a la lógica y a la comunicación clara. Es la versión postmoderna del famoso ¡Épater le bourgeois! de antaño, o quizás, reciclada para nuestros tiempos, una más de las innumerables locuras de Marinetti y sus futuristas. O, llanamente dicho, un mero texto surrealista, por eso de que, en una ocasión, Carlos Roberto Gómez denominara a Pastor “el Dalí dominicano”.
Sin embargo, es posible emprender la lectura de La piara desde otro ángulo, deconstruyéndolo en términos de los poemas que contiene. Desde esta perspectiva, ya no podemos leer el poemario de principio a fin, como sería lo normal y que, como ya vimos, nos llevaría a una lectura onírica. Habría que leerlo, más bien, por secciones o de poema a poema, algo que el mismo Pastor nos sugiere cuando, en el índice, nos brinda los títulos de las secciones o poemas en una lista con la página correspondiente a su lado. Esto quiere decir que consta de tres largos poemas: “Primera caída” y “Segunda caída”, que suponemos son las secciones de un solo poema; “Velorio del puerco asado”, que sería un poema en prosa; “Teorema de la lobotomía” y “Caso del pica-hielo”, que corresponderían a las dos secciones de otro poema en prosa. Es sólo leyendo La piara de esta forma que podemos acercarnos a su contenido. Como consecuencia, ya dejamos atrás nuestra lectura onírica y nos embarcamos hacia una lectura “contenutista” y más o menos lógica.
Los poemas de Pastor, pese a sus muchos fuegos pirotécnicos que llevan al absurdo y al surrealismo, son, en esencia, poemas existenciales y eróticos. (Giovanni Di Pietro)
Pastor de Moya continúa ascendentemente su búsqueda de nuevos acentos y ritmos lúdicos en beneficio de la poesía. (Eugenio García Cuevas).
Tenemos en nuestras manos el más reciente poemario de Pastor de Moya, La piara. Como todos los poemarios de este amigo, es un libro desconcertante. Pero, esto importa poco. Lo que sí importa es que los resultados son estéticamente válidos. Es como el caso de Marcel Duchamp con la Mona Lisa. ¿Es en serio o no que le ponga bigotes? No importa: el mensaje estético está ahí, contundente, y toma, pues, su propio camino y logra alcanzar su indiscutible sentido. Así este poemario de Pastor.
Concebido desde su inicio, La piara está calculado para confundir al lector. Y éste, en efecto, se confunde si lo lee de forma lineal; o sea, de la primera a la última página. Al hacerlo, no entenderá nada, lo que es, obviamente, el propósito del poeta. Ya captó la atención del lector, ¿qué más quiere? Es un indudable triunfo para él. En este sentido, La piara funciona como un texto que sigue más o menos los lineamientos de una estética del sueño, para no decir “surrealista”, y desencadenar así asociaciones que a lo mejor nada tienen que ver con esa tendencia artística. El velorio del puerco, el teorema de la lobotomía, la primera y segunda caída que desembocan en la navajita Gillette y el manual para suicidas mancos de ambos brazos serían, pues, múltiples elementos de un texto onírico, o, si se quiere, diferentes colores y tonalidades en un cuadro abstracto con tendencias surrealistas, tipo Chagall.
La piara se puede fácilmente leer de esta forma y aún así sacarle provecho como poemario válido. Nos encontramos en medio de la confusión y del estro artístico y, si lo que nos importa es sólo esta experiencia, todo está resuelto. La piara sería uno de los muchos poemarios que esos poetas actuales nos estrujan en la cara cada día por desprecio a la lógica y a la comunicación clara. Es la versión postmoderna del famoso ¡Épater le bourgeois! de antaño, o quizás, reciclada para nuestros tiempos, una más de las innumerables locuras de Marinetti y sus futuristas. O, llanamente dicho, un mero texto surrealista, por eso de que, en una ocasión, Carlos Roberto Gómez denominara a Pastor “el Dalí dominicano”.
Sin embargo, es posible emprender la lectura de La piara desde otro ángulo, deconstruyéndolo en términos de los poemas que contiene. Desde esta perspectiva, ya no podemos leer el poemario de principio a fin, como sería lo normal y que, como ya vimos, nos llevaría a una lectura onírica. Habría que leerlo, más bien, por secciones o de poema a poema, algo que el mismo Pastor nos sugiere cuando, en el índice, nos brinda los títulos de las secciones o poemas en una lista con la página correspondiente a su lado. Esto quiere decir que consta de tres largos poemas: “Primera caída” y “Segunda caída”, que suponemos son las secciones de un solo poema; “Velorio del puerco asado”, que sería un poema en prosa; “Teorema de la lobotomía” y “Caso del pica-hielo”, que corresponderían a las dos secciones de otro poema en prosa. Es sólo leyendo La piara de esta forma que podemos acercarnos a su contenido. Como consecuencia, ya dejamos atrás nuestra lectura onírica y nos embarcamos hacia una lectura “contenutista” y más o menos lógica.
Los poemas de Pastor, pese a sus muchos fuegos pirotécnicos que llevan al absurdo y al surrealismo, son, en esencia, poemas existenciales y eróticos. (Giovanni Di Pietro)