LA PIEDRA MÁS PRECIOSA
CAPÍTULO I
-¡Hola tía Francine! Necesito que me ayudes. ¿Podrías prestarme tu coche? Es urgente me han llamado de la comisaría y han detenido a mi hermano Gervás.
No tengo ni idea en que se ha metido esta vez.
Sí, tendré cuidado.
Lo sé.
Ya veremos que hago con él. Cada día está más díscolo. Siempre metido en peleas.
Pasaré ahora por tu casa.
Gracias. Eres un Sol, te lo devolveré cuando pueda.
Cogí el autobús y me bajé a cuatro manzanas para ir a casa de mi tía. Menos mal que podía contar con ella. Es la única pariente que nos queda a mi hermano y a mí. Nos da todo su cariño, como si fuera nuestra verdadera madre. Trabaja de bibliotecaria en la pequeña ciudad de Littleblue. La quedan pocos años para jubilarse. Es una mujer muy activa. Tiene muchos amigos y sale casi todos los días. No se parece a mí ni físicamente ni en la manera de ser. Ella es bajita, pelirroja y rellenita, con una cara muy bondadosa. Mi constitución son todo ángulos. Alta, delgada, media melena castaña rojiza y rizada. Ojos almendrados verdes oscuros, cara con pómulos sobresalientes y un poco alargada. Nariz recta y unos labios carnosos y la sonrisa muy amplia. Suelo ir con sweaters, camisetas informales, tejanos, faldas cortas con botas altas sin tacón. Con mi metro setenta y seis no me hace falta torturarme con finos zapatos.
Soy bastante práctica y deportista, hago gimnasia todos los días en el sótano de nuestra casa. Gervás y yo vivimos en una enorme construcción clásica, que ha pasado de generación en generación, en nuestra pequeña localidad minera. Me dedico a la gemología. Diseño joyas con piedras preciosas como el Rubí, la Esmeralda y el Zafiro Azul. Da la casualidad que mi nombre es Esmeralda por el color de mis ojos.
Mis padres eran dueños de una mina de gemas de gran pureza. Se casaron muy jóvenes. Muy pronto me tuvieron, hace diecinueve años y un año después a mi querido hermano.
Siempre se implicaban mucho en la mina y contribuían como un trabajador cualquiera a sacar los minerales preciosos. Por desgracia hubo un derrumbe hace cinco años y perdieron la vida, todos los que se hallaban en esos momentos, en su interior excavando, entre ellos mis padres.
Mi tía Francine, la hermana de mi padre, nos crió desde entonces y cuando cumplí la mayoría de edad, pude disponer del legado de mi familia.
Ahora cuido de Gervás. Siempre fue un niño muy dulce y sensible. Cuando perdimos a mis padres se quedó muy traumatizado. La verdad que yo también. Pero tengo un carácter más fuerte y lo pude superar mejor que él. Mi tía y yo nunca supimos llegar hasta su corazón, para consolarlo y animarle, a salir de su hundimiento. Se cerró en sí mismo y no contaba nada de lo que hacía. Empezó a dejar de ir a las clases del colegio y a meterse en reyertas con otros muchachos.
CAPÍTULO I
-¡Hola tía Francine! Necesito que me ayudes. ¿Podrías prestarme tu coche? Es urgente me han llamado de la comisaría y han detenido a mi hermano Gervás.
No tengo ni idea en que se ha metido esta vez.
Sí, tendré cuidado.
Lo sé.
Ya veremos que hago con él. Cada día está más díscolo. Siempre metido en peleas.
Pasaré ahora por tu casa.
Gracias. Eres un Sol, te lo devolveré cuando pueda.
Cogí el autobús y me bajé a cuatro manzanas para ir a casa de mi tía. Menos mal que podía contar con ella. Es la única pariente que nos queda a mi hermano y a mí. Nos da todo su cariño, como si fuera nuestra verdadera madre. Trabaja de bibliotecaria en la pequeña ciudad de Littleblue. La quedan pocos años para jubilarse. Es una mujer muy activa. Tiene muchos amigos y sale casi todos los días. No se parece a mí ni físicamente ni en la manera de ser. Ella es bajita, pelirroja y rellenita, con una cara muy bondadosa. Mi constitución son todo ángulos. Alta, delgada, media melena castaña rojiza y rizada. Ojos almendrados verdes oscuros, cara con pómulos sobresalientes y un poco alargada. Nariz recta y unos labios carnosos y la sonrisa muy amplia. Suelo ir con sweaters, camisetas informales, tejanos, faldas cortas con botas altas sin tacón. Con mi metro setenta y seis no me hace falta torturarme con finos zapatos.
Soy bastante práctica y deportista, hago gimnasia todos los días en el sótano de nuestra casa. Gervás y yo vivimos en una enorme construcción clásica, que ha pasado de generación en generación, en nuestra pequeña localidad minera. Me dedico a la gemología. Diseño joyas con piedras preciosas como el Rubí, la Esmeralda y el Zafiro Azul. Da la casualidad que mi nombre es Esmeralda por el color de mis ojos.
Mis padres eran dueños de una mina de gemas de gran pureza. Se casaron muy jóvenes. Muy pronto me tuvieron, hace diecinueve años y un año después a mi querido hermano.
Siempre se implicaban mucho en la mina y contribuían como un trabajador cualquiera a sacar los minerales preciosos. Por desgracia hubo un derrumbe hace cinco años y perdieron la vida, todos los que se hallaban en esos momentos, en su interior excavando, entre ellos mis padres.
Mi tía Francine, la hermana de mi padre, nos crió desde entonces y cuando cumplí la mayoría de edad, pude disponer del legado de mi familia.
Ahora cuido de Gervás. Siempre fue un niño muy dulce y sensible. Cuando perdimos a mis padres se quedó muy traumatizado. La verdad que yo también. Pero tengo un carácter más fuerte y lo pude superar mejor que él. Mi tía y yo nunca supimos llegar hasta su corazón, para consolarlo y animarle, a salir de su hundimiento. Se cerró en sí mismo y no contaba nada de lo que hacía. Empezó a dejar de ir a las clases del colegio y a meterse en reyertas con otros muchachos.