A los diecisiete años, Paul Manning, de Birmingham, llega a la pequeña población de Eltham como ayudante del ingeniero del ferrocarril. No muy lejos, en una granja, viven unos parientes de su madre: el pastor de la Iglesia Independiente Holman, su mujer y su hija, a los que a regañadientes se ve obligado a visitar. Sin embargo, la vida pausada que allí descubre, regida –como en las Geórgicas de Virgilio– por el calendario de las labores del campo, y el conocimiento de su prima Phillis, una muchacha que le aventaja en altura, cultura y sensibilidad, le iniciarán en un nuevo mundo en el que se adentra con respeto y fascinación. La prima Phillis (1863-1864) es una de las últimas obras de Elizabeth Gaskell y un ejemplo maestro de su estilo de madurez. En ella describe con lirismo una forma de vida en la que la espiritualidad se halla en profunda comunión con la naturaleza, pero donde la esencial fragilidad del corazón humano quizá no esté protegida contra las buenas intenciones y la inexperiencia de un joven. «Un hombre ha de tener cuidado con las artes de seducción que despliega. Algunos lo hacen con la naturalidad e inocencia con que se arrullan las palomas»: no seguir este consejo puede traer dolorosos equívocos, que en esta novela, moderna en su punto de vista y en su final abierto, dan pie a un magnífico tratamiento de la intimidad.
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