Hace muchos años, la tierra era distinta. Muchos seres diferentes la habitaban: unos mortales otros inmortales. Las envidias que estos últimos despertaban por disfrutar de esa eternidad, hizo que algunos de los perecederos se unieran a las fuerzas oscuras con el único fin de hacerse con el poder para regir el destino del mundo.
Por aquel entonces, la tierra se llamaba Primera Tierra y fue un regalo de los dioses. Trece alabadas divinidades que conformaban el llamado Templo de Karnarzorn y desde el cual vigilaban atentos a los hombres.
Pero llegó un día en el que algunos de esos mortales se unieron a las fuerzas del mal. Fue entonces cuando los dioses cerraron las puertas que los separaban de la raza humana. Una llave existía, una única llave que podía volver a unirlos, padres e hijos, creadores y creados. Aquella llave sólo podría ser usada por un alma. Muchas guerras y penurias habrían de sucederse antes de que el ocaso de la Primera Tierra llegara a su fin.
Por aquel entonces, la tierra se llamaba Primera Tierra y fue un regalo de los dioses. Trece alabadas divinidades que conformaban el llamado Templo de Karnarzorn y desde el cual vigilaban atentos a los hombres.
Pero llegó un día en el que algunos de esos mortales se unieron a las fuerzas del mal. Fue entonces cuando los dioses cerraron las puertas que los separaban de la raza humana. Una llave existía, una única llave que podía volver a unirlos, padres e hijos, creadores y creados. Aquella llave sólo podría ser usada por un alma. Muchas guerras y penurias habrían de sucederse antes de que el ocaso de la Primera Tierra llegara a su fin.