El 18 de marzo de 1314 la muchedumbre se agolpa delante de Notrê Dame. En el centro de la plaza, encima de un gran púlpito, se alzan cuatro piras dispuestas con troncos y abundante paja. En ellas esperan atados Jacques de Molay, el último gran maestre del Temple y sus más allegados hermanos; templarios que el Papa se dispone a ajusticiar.
Cuando las llamas comienzan a hacer su trabajo devorando ropas y carne, Jacques de Molay pronuncia su profecía haciendo que los verdugos y curiosos que han ido a ver el macabro espectáculo den un paso atrás.
“Dios vengará nuestra muerte. Sabed que todos aquellos que nos son contrarios van a sufrir. Clemente, y tú también Felipe, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!...”
Entre la muchedumbre dos encapuchados escuchan atentos las últimas palabras de su gran maestre, como dos fantasmas, sin que nadie se percate de su presencia. En ese momento, inician una carrera contra reloj para hacer cumplir la profecía que su hermano templario ha pronunciado antes de ser consumido por las llamas. Venganzas, amor y odio se darán cita en sus vidas mientras dan caza a los responsables.
Cuando las llamas comienzan a hacer su trabajo devorando ropas y carne, Jacques de Molay pronuncia su profecía haciendo que los verdugos y curiosos que han ido a ver el macabro espectáculo den un paso atrás.
“Dios vengará nuestra muerte. Sabed que todos aquellos que nos son contrarios van a sufrir. Clemente, y tú también Felipe, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!...”
Entre la muchedumbre dos encapuchados escuchan atentos las últimas palabras de su gran maestre, como dos fantasmas, sin que nadie se percate de su presencia. En ese momento, inician una carrera contra reloj para hacer cumplir la profecía que su hermano templario ha pronunciado antes de ser consumido por las llamas. Venganzas, amor y odio se darán cita en sus vidas mientras dan caza a los responsables.