Barcelona, finales de 2013. Con treinta y seis años, Nicolás Boullosa no se siente en el albor de ninguna crisis de la mediana edad. Tampoco hay rastro de despecho existencial.
Nicolás Boullosa no quiere nada de nadie ni culpa a nadie de nada. La vida le trata bien y no está indignado. No ha acudido en los últimos años a ninguna manifestación del 15M, ni a concentración alguna de los partidarios o contrarios a la independencia de Cataluña.
Nicolás Boullosa cree llevar una existencia plena, con un propósito cuantificable y puesto a prueba a diario. Trabaja duro en la web que ha fundado desde casa y escribe narrativa en los ratos libres que se gana a pulso. Su oficina es su centro de retiro voluntario, lejos del pancartismo y los achaques victimistas.
Percibe la última década, la del umbral de la madurez, como el mejor tercio de su existencia. Comparte proyecto profesional con su mujer, videógrafa estadounidense y madre de sus tres hijos.
Sabe a qué juega y con qué herramientas. Ha elegido su propio camino, no ha recibido nunca una subvención ni mucho menos usado la influencia de otros para lograr su cometido. Ha leído en los clásicos que la única exigencia inaplazable es no engañarse a uno mismo: como un libertario ácrata del siglo XIX, Nicolás Boullosa quiere ser mejor cada momento, depender lo mínimo de terceros para cumplir con sus retos cotidianos...
Justo ahora, cuando cree haber encontrado en la voluntad racional individual el camino para autorrealizarse, la esfera colectiva contraataca, exigiendo al ciudadano con escrúpulos que se posicione en algún extremo y apoye, así, alguna cruzada.
Ha pasado un lustro desde el inicio de la crisis; el malestar y los extremismos colectivos enarbolan las viejas banderas idealistas. Construcciones etéreas y con esencia platónica como la Provicencia o el Pueblo desempolvan viejas consignas y todo el mundo parece ser independentista de algo, antimonárquico, revolucionario de algo otro, refundador de lo de más allá.
La cotidianidad de Nicolás Boullosa revive la gran batalla de todos los tiempos: aristotélicos contra platónicos; razón contra misticismo; paciencia, perseverancia, propósito personal, autosuficiencia y libre albedrío contra misiones colectivas de "sacrificio", "solidaridad" y "misericordia" a favor de la "causa", el "proceso" o la "misión", expresiones que -cree- propulsan el populismo y le causan arcadas.
Desde su oficina doméstica, Nicolás Boullosa busca una temática para su segunda novela, después de que la primera, autopublicada en la tienda de Amazon, pasara desapercibida. Mientras afronta el síndrome de la página en blanco con el sudor frío del escritor principiante, alguien pica a la puerta.
El extraño visitante se declara "lector" de su primer libro. Percibe entonces que el extraño tiene la potestad de cambiar su existencia, poniendo en riesgo la tranquilidad que nadie le ha regalado... Hasta que el riesgo se convierte en enseñanza. Oportunidad.
La rebelión del charna es un viaje por la transitoriedad de la existencia, complemento filosófico contemporáneo del primer libro del autor (Triskelion, una novela histórica donde se combinan los orígenes de su propia vida en un pasado remoto y el germen de la Ilustración).
La rebelión del charna reivindica la normalidad como la posición más revolucionaria en momentos de incertidumbre y centrifugación. Como en la ciencia, las leyes de la vida más sencillas son las más bellas y difíciles.
Nota: esta novela es autónoma. No es necesario leer la primera parte de la trilogía (ver "Triskelion: Historia Verdadera de la Conquista de la Felicidad") para comprender la trama. La lectura del primer libro enriquece el contexto y, por tanto, la experiencia.
Nicolás Boullosa no quiere nada de nadie ni culpa a nadie de nada. La vida le trata bien y no está indignado. No ha acudido en los últimos años a ninguna manifestación del 15M, ni a concentración alguna de los partidarios o contrarios a la independencia de Cataluña.
Nicolás Boullosa cree llevar una existencia plena, con un propósito cuantificable y puesto a prueba a diario. Trabaja duro en la web que ha fundado desde casa y escribe narrativa en los ratos libres que se gana a pulso. Su oficina es su centro de retiro voluntario, lejos del pancartismo y los achaques victimistas.
Percibe la última década, la del umbral de la madurez, como el mejor tercio de su existencia. Comparte proyecto profesional con su mujer, videógrafa estadounidense y madre de sus tres hijos.
Sabe a qué juega y con qué herramientas. Ha elegido su propio camino, no ha recibido nunca una subvención ni mucho menos usado la influencia de otros para lograr su cometido. Ha leído en los clásicos que la única exigencia inaplazable es no engañarse a uno mismo: como un libertario ácrata del siglo XIX, Nicolás Boullosa quiere ser mejor cada momento, depender lo mínimo de terceros para cumplir con sus retos cotidianos...
Justo ahora, cuando cree haber encontrado en la voluntad racional individual el camino para autorrealizarse, la esfera colectiva contraataca, exigiendo al ciudadano con escrúpulos que se posicione en algún extremo y apoye, así, alguna cruzada.
Ha pasado un lustro desde el inicio de la crisis; el malestar y los extremismos colectivos enarbolan las viejas banderas idealistas. Construcciones etéreas y con esencia platónica como la Provicencia o el Pueblo desempolvan viejas consignas y todo el mundo parece ser independentista de algo, antimonárquico, revolucionario de algo otro, refundador de lo de más allá.
La cotidianidad de Nicolás Boullosa revive la gran batalla de todos los tiempos: aristotélicos contra platónicos; razón contra misticismo; paciencia, perseverancia, propósito personal, autosuficiencia y libre albedrío contra misiones colectivas de "sacrificio", "solidaridad" y "misericordia" a favor de la "causa", el "proceso" o la "misión", expresiones que -cree- propulsan el populismo y le causan arcadas.
Desde su oficina doméstica, Nicolás Boullosa busca una temática para su segunda novela, después de que la primera, autopublicada en la tienda de Amazon, pasara desapercibida. Mientras afronta el síndrome de la página en blanco con el sudor frío del escritor principiante, alguien pica a la puerta.
El extraño visitante se declara "lector" de su primer libro. Percibe entonces que el extraño tiene la potestad de cambiar su existencia, poniendo en riesgo la tranquilidad que nadie le ha regalado... Hasta que el riesgo se convierte en enseñanza. Oportunidad.
La rebelión del charna es un viaje por la transitoriedad de la existencia, complemento filosófico contemporáneo del primer libro del autor (Triskelion, una novela histórica donde se combinan los orígenes de su propia vida en un pasado remoto y el germen de la Ilustración).
La rebelión del charna reivindica la normalidad como la posición más revolucionaria en momentos de incertidumbre y centrifugación. Como en la ciencia, las leyes de la vida más sencillas son las más bellas y difíciles.
Nota: esta novela es autónoma. No es necesario leer la primera parte de la trilogía (ver "Triskelion: Historia Verdadera de la Conquista de la Felicidad") para comprender la trama. La lectura del primer libro enriquece el contexto y, por tanto, la experiencia.