El mar Caribe, en plena tormenta mugía furioso lanzando verdaderas montañas de agua contra los muelles de Puerto-limón y las playas de Nicaragua y de Costa Rica.
El astro día, rojo como un disco de cobre, sólo proyectaba pálidos rayos. No llovía; pero las cataratas del cielo no debían de tardar en abrirse. Tanto sólo algunos pescadores y soldados de la pequeña guarnición española se había atrevido a permanecer en la playa.
Un motivo, sin duda muy grave, los obligaba a estar al acecho. Hacía algunas horas que había sido señalada una nave en la línea del horizonte, y por la dirección de su velmen, parecía tener intención de buscar un refugio en la pequeña bahía.
La presente introducción a “La reina de los caribes”, no hace más que confirmar la maestría de Emilio Salgari para crear las novelas de aventuras más universales. Trepidantes historias que hacen viajar al lectora lugares inhóspitos y recónditos, cargados de trepidantes aventuras.
El astro día, rojo como un disco de cobre, sólo proyectaba pálidos rayos. No llovía; pero las cataratas del cielo no debían de tardar en abrirse. Tanto sólo algunos pescadores y soldados de la pequeña guarnición española se había atrevido a permanecer en la playa.
Un motivo, sin duda muy grave, los obligaba a estar al acecho. Hacía algunas horas que había sido señalada una nave en la línea del horizonte, y por la dirección de su velmen, parecía tener intención de buscar un refugio en la pequeña bahía.
La presente introducción a “La reina de los caribes”, no hace más que confirmar la maestría de Emilio Salgari para crear las novelas de aventuras más universales. Trepidantes historias que hacen viajar al lectora lugares inhóspitos y recónditos, cargados de trepidantes aventuras.