Enrique VIII anhela que su nueva esposa sea muy diferente a su infiel predecesora y no resulta decepcionado. Catalina Parr, inteligente y culta, es conocida en la corte por su generoso corazón; muy pronto es capaz de calmar el fuerte temperamento del rey y ganarse el cariño de sus tres hijos, quienes la quieren como a la única madre a la que realmente conocen. El poder de Catalina sobre Enrique despierta la envidia de algunos cortesanos, que encuentran en el reciente interés de la reina por el luteranismo –al que el rey percibe como una amenaza a su liderazgo al frente de la Iglesia anglicana–, el pretexto perfecto para destruirla: la relacionan con los reformistas religiosos radicales, consiguiendo desatar la furia del soberano. Se prepara el arresto y encarcelamiento de Catalina, mientras en la corte se murmura que nuevamente una consorte del rey será ejecutada. La reina confía en que su ingenio e inteligencia la salven donde otras dos esposas fallaron…
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