En el inicio de los tiempos, la conglomeración existencial del Universo se posaba suspendida en la nada, fluctuando entre la asimetría que proporcionaban las diversas dimensiones de lo físico y real, análogo a lo imaginado por la voluntad divina en un instante de composición y armonía, creándose un motor inmóvil de conciencia que se concentraba cada vez más hacia un punto, aún más diminuto que cualquier partícula existente, conteniendo en si mismo toda la presión el universo, hasta generarse tal cambio de posición y postura que provocó una explosión expansiva de naturaleza infinita.
Dicha explosión fue expresada en un frenesí de expansión y cambios abruptos, donde se confundía la energía con la materialización misma de cuerpos inanimados degradados entre formas incoherentes, provocando brechas naturales de energía cósmica que a su paso iban haciendo posible la existencia creadora de un universo tras otro, como si se tratara de mundos paralelos en tiempos discontinuos y poco ortodoxos, hasta ser posible entre todo lo existente un mundo donde el tiempo y el espacio se hacían simétricos, coincidiendo entre el caos absoluto de la creación todas y cada una de las dimensiones en un momento único, que desenlazó en un frote melódico de membranas de energía, limitadas por la materia oscura.
Dicha explosión fue expresada en un frenesí de expansión y cambios abruptos, donde se confundía la energía con la materialización misma de cuerpos inanimados degradados entre formas incoherentes, provocando brechas naturales de energía cósmica que a su paso iban haciendo posible la existencia creadora de un universo tras otro, como si se tratara de mundos paralelos en tiempos discontinuos y poco ortodoxos, hasta ser posible entre todo lo existente un mundo donde el tiempo y el espacio se hacían simétricos, coincidiendo entre el caos absoluto de la creación todas y cada una de las dimensiones en un momento único, que desenlazó en un frote melódico de membranas de energía, limitadas por la materia oscura.