Las 101 cagadas del español es un ameno bestiario de desafueros lingüísticos escrito por María Irazusta, en colaboración con un grupo de periodistas, que han salido al rescate de nuestra maltratada lengua siguiendo la consigna platónica de que aprender es recordar. Una obra didáctica, entretenida e irónica que señala los errores más frecuentes de nuestro idioma y se cuestiona incluso algunas decisiones contradictorias de la RAE: ¿por qué acepta aberraciones como almóndiga o asín y, sin embargo, destierra negrísimo para defender nigérrimo? Pero ya mucho antes, Lope de Vega, Umbral, Torrente Ballester o el mismísimo Delibes la cagaron. Y partiendo del error humano y de la naturaleza mutable del lenguaje, aquí hallarás algunas claves (y otras curiosidades) para reaprender español. El escritor y crítico literario Ramón Pernas prologa esta cruzada contra los constantes agravios al segundo idioma más hablado del mundo.
La autoría del libro pertenece a Irazusta Comunicación. Un libro soñado, arropado, mimado y, casi alumbrado, por María Irazusta. El equipo de redacción ha estado compuesto, además, por la periodista Beatriz Fernández, como líder del proyecto y para quien el tesón no tiene límites; el periodista Nacho Miquel, con su escrutadora mirada que todo lo ve y que todo lo eleva con su depurada prosa;la comunicóloga Noemí Sánchez, para quien la cultura popular no tiene secretos; y la filósofa Acacia Núñez como coordinadora, que ha sabido subirse a un tren en marcha y llenarlo de combustible.
La autoría del libro pertenece a Irazusta Comunicación. Un libro soñado, arropado, mimado y, casi alumbrado, por María Irazusta. El equipo de redacción ha estado compuesto, además, por la periodista Beatriz Fernández, como líder del proyecto y para quien el tesón no tiene límites; el periodista Nacho Miquel, con su escrutadora mirada que todo lo ve y que todo lo eleva con su depurada prosa;la comunicóloga Noemí Sánchez, para quien la cultura popular no tiene secretos; y la filósofa Acacia Núñez como coordinadora, que ha sabido subirse a un tren en marcha y llenarlo de combustible.