No hay duda de que la Iglesia católica ha sido uno de los grandes motores del altruismo y la caridad en la historia. Así como la homilía o la comunión, la colecta de limosnas en las iglesias católicas de todo el mundo es una parte habitual de la misa dominical. Pero una vez que una moneda cae en la canasta, ¿cuál es su destino? ¿Cómo se gestionan las contribuciones de los fieles? ¿A dónde va el dinero cuando una diócesis vende en millones de dólares una propiedad de la iglesia? ¿Y qué pasa cuando se entregan cantidades estratosféricas de dinero a funcionarios eclesiásticos del más alto rango, sin hacer preguntas, para su uso discrecional? La Iglesia católica es la organización religiosa más grande del mundo, no obstante, el Vaticano nunca ha revelado su patrimonio. El valor total de sus obras de arte, sus grandes iglesias y las acciones administradas en su propio banco con seguridad asciende a decenas de miles de millones. Sin embargo, la Santa Sede como Estado soberano cubre apenas 108 hectáreas y cuenta oficialmente con un presupuesto anual cercano a los 280 millones de dólares. Berry apunta que el valor neto del Vaticano es invisible; en el balance financiero de 2007 se enlistó el valor de la basílica de San Pedro y otras construcciones históricas en un euro cada una.
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