Lo último que esperaba el afamado Simbad el Marino, a sus ciento veintiún años, ya jubilado, era verse lanzado a vivir, una vez más, otro de sus maravillosos viajes oceánicos. Y menos aún a bordo del artilugio submarino que ha inventado su sobrino Abud Balino, un ingeniero loco de quince años.
He aquí, pues, el que podría conocerse como el Octavo Maravilloso Viaje de Simbad el marino: Ataques de calamares gigantes, ballenas que los engullen, cabezas de hombrecitos en miniatura que cantan mejor que los jilguerillos del Al-Andalus. Descendientes de camellos y dueños de cientos de pulgas.... La increíble visita al Palacio de los Siete Postres y su terrible secreto. Los Cíclopes hambrientos y los enanos velludos. Las serpientes gigantescas... La aparición de genios, más pesados que moscardones, brotados de lámparas maravillosas. La portentosa despensa de los huracanes...
Una bicoca, vamos... El ansia viva de los viajes maravillosos y las aventuras rutilantes.
He aquí, pues, el que podría conocerse como el Octavo Maravilloso Viaje de Simbad el marino: Ataques de calamares gigantes, ballenas que los engullen, cabezas de hombrecitos en miniatura que cantan mejor que los jilguerillos del Al-Andalus. Descendientes de camellos y dueños de cientos de pulgas.... La increíble visita al Palacio de los Siete Postres y su terrible secreto. Los Cíclopes hambrientos y los enanos velludos. Las serpientes gigantescas... La aparición de genios, más pesados que moscardones, brotados de lámparas maravillosas. La portentosa despensa de los huracanes...
Una bicoca, vamos... El ansia viva de los viajes maravillosos y las aventuras rutilantes.