Un poema imprescindible donde se conjuga la lógica de las horas que transcurren con la inminencia de la muerte. El lector será de pronto atrapado en un tobogán acelerado hacia la nada, lugar donde yace (de acuerdo con la sugerencia del propio autor) irremediablemente desde mucho antes de que haya incluso iniciado con la lectura del poema. Y desde ahí, desde esa estrepitosa caída, es desde donde el lector irá atravesando por la experiencia de la soledad, del hastío, el abandono, la añoranza, la contemplación de la vida y de los objetos que conforman la vida, y al fin, de la agonía y la muerte. Más que la lectura de un poema, es la posibilidad de husmear en nuestras propias y más misteriosas emociones, luego de lo cual ya no seremos los mismos. Sin lugar a dudas, una genial propuesta de imprescindible lectura.
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