“LAURA” O CUANDO EL AMOR DESTRUYE
“Os quiero a ambas, os necesito a las dos, y a las dos os daré todo lo que poseo en este mundo. Os entregaré mi alma por completo, pero dividida, tal como yo lo estoy, como el bien y el mal, como Caín y Abel.”
En su ensayo sobre el libro “Laura. Novela” (la primera edición de esta novela), publicado en “Madrid en Marco. Revista de arte y ensayo” de 30 noviembre 2012 con el título “Laura, o cuando el amor destruye”, Hector Martínez escribe:
“Laura es una novela contemporánea que habla de algo ancestral, que se adentra en la conciencia del lector para descubrirle algo que, sin duda, ya conocía o había experimentado, pero que se negaba a reconocer: el amor no es una inercia, sino el todo o la nada.”
Hector Martínez ha entendido el mensaje profundo de la novela. Él dice:
“Todos conocemos el ya antiguo cliché que hace del amor una fuerza unitiva y universal que suma y no resta, que enlaza, como primer principio del mundo, a los seres y tiene la capacidad de, incluso, crearlos. Se cree que el amor junta lo similar a través de lo común entre los amantes, empezando por el hecho de ser hombres. Muchos no comprenden los actos que merman la acción del amor, y caen en aquel juicio maniqueo que ensalza el amor, sin más, como un bien supremo. Sin embargo, ya de antiguo se consideraba que el amor significa unión, mas no por ello ha de ser bueno si no es bueno algo de lo unido. El viejo Empédocles defendía que el amor unía lo distinto y el odio separaba lo semejante, a diferencia de nuestros torpes criterios. Pero tampoco es necesario remitirse a la filosofía y a tiempos tan lejanos cuando el refranero ya nos advierte de que «hay ojos que se enamoran de legañas», algo que es más habitual de lo que estamos dispuestos a admitir.
En la novela Laura, de la madrileña Liana Acero de la Cuesta, puede comprenderse mejor que el amor es poder, pero en sentidos extremadamente divergentes a los acostumbrados. El que ama no es el poderoso, sino el que puede resultar ser víctima del objeto de su amor, pues a él cedemos ese poder. Todo el elenco de sensaciones y pasiones desatadas por el enamoramiento puede convertirse, a la vez, en trampas y cepos que llegan de la otra parte. La total entrega, ese aspecto capital del amor cierto, supone un riesgo demasiadas veces poco valorado y calculado. Y más si en el otro lado se encuentra, a lo Stevenson, un Jekyll y Hyde, capaz de disociar el bien y el mal, a Caín y a Abel dentro de sí mismo. En ese caso, se es víctima del otro, sí, pero también de uno mismo y sus sentimientos, que lo llevan a uno a arrojarse sobre los brazos del demonio.
En Laura el acento recae sobre el tratamiento psicológico de los personajes protagonistas. Es el devenir de sus emociones y decisiones, de sus dudas e incertidumbres, envidias y caprichos, encerradas en el laberinto terrorífico de la seducción, el que sostiene la trama y argumento de la novela. (…) No es, por tanto, el amor, sino que, contrariamente al prejuicio, es el ser humano impulsado por aquél quien une y hace funcionar el mundo o quien lo destruye con la misma fuerza.
Otro punto importante de la novela de Liana Acero es el erotismo. Las escenas sexuales, para las que el personaje de Sara sirve de eje, son descritas con enorme plasticidad erótica, fijando la atención en los detalles de una caricia, un movimiento y un roce, ahondando en la fantasía y las sensaciones de los personajes, sus reacciones al contacto del otro, más que en el hecho mismo del acto sexual, mezclando dolor y placer, ternura y violencia, como frontera y estación terminal del amor alimentado de deseo irrefrenable. Se detiene en el gesto y su efecto, en lo táctil, para después llevarnos al interior de la mente de los amantes donde está realmente el goce o el desagrado.”
Lean esta novela. Es verdaderamente muy, pero muy buena. Lean y verán.
“Os quiero a ambas, os necesito a las dos, y a las dos os daré todo lo que poseo en este mundo. Os entregaré mi alma por completo, pero dividida, tal como yo lo estoy, como el bien y el mal, como Caín y Abel.”
En su ensayo sobre el libro “Laura. Novela” (la primera edición de esta novela), publicado en “Madrid en Marco. Revista de arte y ensayo” de 30 noviembre 2012 con el título “Laura, o cuando el amor destruye”, Hector Martínez escribe:
“Laura es una novela contemporánea que habla de algo ancestral, que se adentra en la conciencia del lector para descubrirle algo que, sin duda, ya conocía o había experimentado, pero que se negaba a reconocer: el amor no es una inercia, sino el todo o la nada.”
Hector Martínez ha entendido el mensaje profundo de la novela. Él dice:
“Todos conocemos el ya antiguo cliché que hace del amor una fuerza unitiva y universal que suma y no resta, que enlaza, como primer principio del mundo, a los seres y tiene la capacidad de, incluso, crearlos. Se cree que el amor junta lo similar a través de lo común entre los amantes, empezando por el hecho de ser hombres. Muchos no comprenden los actos que merman la acción del amor, y caen en aquel juicio maniqueo que ensalza el amor, sin más, como un bien supremo. Sin embargo, ya de antiguo se consideraba que el amor significa unión, mas no por ello ha de ser bueno si no es bueno algo de lo unido. El viejo Empédocles defendía que el amor unía lo distinto y el odio separaba lo semejante, a diferencia de nuestros torpes criterios. Pero tampoco es necesario remitirse a la filosofía y a tiempos tan lejanos cuando el refranero ya nos advierte de que «hay ojos que se enamoran de legañas», algo que es más habitual de lo que estamos dispuestos a admitir.
En la novela Laura, de la madrileña Liana Acero de la Cuesta, puede comprenderse mejor que el amor es poder, pero en sentidos extremadamente divergentes a los acostumbrados. El que ama no es el poderoso, sino el que puede resultar ser víctima del objeto de su amor, pues a él cedemos ese poder. Todo el elenco de sensaciones y pasiones desatadas por el enamoramiento puede convertirse, a la vez, en trampas y cepos que llegan de la otra parte. La total entrega, ese aspecto capital del amor cierto, supone un riesgo demasiadas veces poco valorado y calculado. Y más si en el otro lado se encuentra, a lo Stevenson, un Jekyll y Hyde, capaz de disociar el bien y el mal, a Caín y a Abel dentro de sí mismo. En ese caso, se es víctima del otro, sí, pero también de uno mismo y sus sentimientos, que lo llevan a uno a arrojarse sobre los brazos del demonio.
En Laura el acento recae sobre el tratamiento psicológico de los personajes protagonistas. Es el devenir de sus emociones y decisiones, de sus dudas e incertidumbres, envidias y caprichos, encerradas en el laberinto terrorífico de la seducción, el que sostiene la trama y argumento de la novela. (…) No es, por tanto, el amor, sino que, contrariamente al prejuicio, es el ser humano impulsado por aquél quien une y hace funcionar el mundo o quien lo destruye con la misma fuerza.
Otro punto importante de la novela de Liana Acero es el erotismo. Las escenas sexuales, para las que el personaje de Sara sirve de eje, son descritas con enorme plasticidad erótica, fijando la atención en los detalles de una caricia, un movimiento y un roce, ahondando en la fantasía y las sensaciones de los personajes, sus reacciones al contacto del otro, más que en el hecho mismo del acto sexual, mezclando dolor y placer, ternura y violencia, como frontera y estación terminal del amor alimentado de deseo irrefrenable. Se detiene en el gesto y su efecto, en lo táctil, para después llevarnos al interior de la mente de los amantes donde está realmente el goce o el desagrado.”
Lean esta novela. Es verdaderamente muy, pero muy buena. Lean y verán.