Parece mentira que sea así, pero este libro demostrará que no estamos equivocados. Dos elementos nutricionales, claramente diferenciados, que gozan de un gran éxito comercial y del aplauso de numerosos expertos, aportan serios peligros para la salud de las personas. Diseminados ya sin control a lo largo de todo el mundo, obviando sus efectos secundarios a largo plazo, parece difícil que las modestas voces de otros científicos que hablan de su efec-to perjudicial sobre la salud, puedan traspasar las fronteras y barreras de lo hasta hoy establecido.
¿Qué ha ocurrido para que estos elementos, la leche de mamífero y el flúor, sean ahora objeto de revisión por parte de los mismos que antaño incluso fueron sus defensores o consumidores? Nada tan sencillo como la experiencia clínica; la misma que existe sobre los medicamentos de uso habitual. La misma que ocasiona que un medicamento puesto en el mercado con, aparentemente, todas las garantías sanitarias, sea retirado posteriormente por sus letales efectos secundarios. La diferencia es que nadie hubiera cuestionado nunca que la leche de vaca, tan consumida desde hace siglos, pudiera ser un alimento perjudicial para los humanos. ¿Para qué someter entonces a un seguimien-to generacional a un alimento considerado como saludable y nutritivo? Sin embargo, numerosos científicos y nutrólo-gos del mundo entero nos han alertado ahora sobre sus efectos nocivos para la salud, conclusiones que el lector podrá averiguar en este libro. Desde este momento, ya no seguiremos dando por saludable lo que ahora sabemos que no lo es.
Y sobre el dañino flúor pesa la misma crítica, aunque en este caso ningún científico ha dejado de reconocer que nos encontramos ante un mineral sumamente tóxico. Su potencial dañino ha quedado enmascarado por las hábiles cam-pañas publicitarias de los proveedores, hasta tal punto que se le ha perdido el miedo. Sumidos en una inercia medicamentosa, la mayoría de los médicos y odontólogos siguen hablando de sus buenas propiedades para evitar la caries, sin que ninguno de ellos se cuestione si todos esos datos sobre su fiabilidad e inocuidad son ciertos. Desde hace años sabemos que estamos ante un mineral que deberíamos manejar y emplear con sumo cuidado, pero si tenemos en cuenta que podemos incluso adquirirlo en los supermerca-dos y que hasta los niños disponen en sus hogares de numerosos preparados que lo contienen, el peligro alcanza pro-porciones intolerables.
¿Qué ha ocurrido para que estos elementos, la leche de mamífero y el flúor, sean ahora objeto de revisión por parte de los mismos que antaño incluso fueron sus defensores o consumidores? Nada tan sencillo como la experiencia clínica; la misma que existe sobre los medicamentos de uso habitual. La misma que ocasiona que un medicamento puesto en el mercado con, aparentemente, todas las garantías sanitarias, sea retirado posteriormente por sus letales efectos secundarios. La diferencia es que nadie hubiera cuestionado nunca que la leche de vaca, tan consumida desde hace siglos, pudiera ser un alimento perjudicial para los humanos. ¿Para qué someter entonces a un seguimien-to generacional a un alimento considerado como saludable y nutritivo? Sin embargo, numerosos científicos y nutrólo-gos del mundo entero nos han alertado ahora sobre sus efectos nocivos para la salud, conclusiones que el lector podrá averiguar en este libro. Desde este momento, ya no seguiremos dando por saludable lo que ahora sabemos que no lo es.
Y sobre el dañino flúor pesa la misma crítica, aunque en este caso ningún científico ha dejado de reconocer que nos encontramos ante un mineral sumamente tóxico. Su potencial dañino ha quedado enmascarado por las hábiles cam-pañas publicitarias de los proveedores, hasta tal punto que se le ha perdido el miedo. Sumidos en una inercia medicamentosa, la mayoría de los médicos y odontólogos siguen hablando de sus buenas propiedades para evitar la caries, sin que ninguno de ellos se cuestione si todos esos datos sobre su fiabilidad e inocuidad son ciertos. Desde hace años sabemos que estamos ante un mineral que deberíamos manejar y emplear con sumo cuidado, pero si tenemos en cuenta que podemos incluso adquirirlo en los supermerca-dos y que hasta los niños disponen en sus hogares de numerosos preparados que lo contienen, el peligro alcanza pro-porciones intolerables.