Luna siempre fue una joven curiosa, hasta la noche en que se le vino el alma a los pies cuando su entrometimiento se topó con un libro bastante peculiar, el diario de un asesino cuyo contenido narraba las más morbosas escenas que la chica hubiese leído jamás. La peor parte: no era ficción. Además, con astucia, el misterioso criminal mantenía su identidad en el anonimato, firmando cada página con la inicial de su nombre, una “D” en mayúscula. No habría forma de atraparlo o denunciarlo aunque lo encontraran. Una letra no sería jamás prueba suficiente para condenar al culpable.
Dicen algunos que la curiosidad mató al gato, y Luna teme convertirse en el felino de la moraleja, en la presa de un cazador insaciable, la siguiente víctima, la próxima anécdota redactada en el diario de un asesino.
No era su culpa. Aquel misterioso libro llegó a sus manos sin que ella lo deseara ¿Por qué? No lo sabía.
Fue así como Luna se convirtió en la pieza de un juego mortal y peligroso cuyas reglas desconocía mientras su vida se transformaba en un laberinto sin salida, donde ningún camino conducía a un sitio seguro.
Sí el asesino quiere jugar, tendrás que abstenerte a sus reglas. Usa tus mejores armas y no confíes en nadie. El primer descuido podría significar tu muerte.
Dicen algunos que la curiosidad mató al gato, y Luna teme convertirse en el felino de la moraleja, en la presa de un cazador insaciable, la siguiente víctima, la próxima anécdota redactada en el diario de un asesino.
No era su culpa. Aquel misterioso libro llegó a sus manos sin que ella lo deseara ¿Por qué? No lo sabía.
Fue así como Luna se convirtió en la pieza de un juego mortal y peligroso cuyas reglas desconocía mientras su vida se transformaba en un laberinto sin salida, donde ningún camino conducía a un sitio seguro.
Sí el asesino quiere jugar, tendrás que abstenerte a sus reglas. Usa tus mejores armas y no confíes en nadie. El primer descuido podría significar tu muerte.