Durante décadas, la socialdemocracia nos ha hecho creer que un socialismo que permitiera un poco de iniciativa social, un poco de libertad económica, un poco de clase media sobre quien descargar el trabajo y la producción de riqueza, permitiría mantener un Estado lo suficientemente grande para seguir rediseñando la sociedad a su gusto.
Pero esta crisis muestra que el Estado del Bienestar también ha fracasado. El socialismo al 50% también hunde y destroza sociedades. El 50% de nuestra libertad no es suficiente.
La respuesta de los indignados no nos vale. Son la izquierda radical que se queja de que no tenemos suficiente izquierdismo. Se disfrazan de denuncia y de conciencia social, pero son la vanguardia del sistema. Porque son la vanguardia del estatismo y de la socialdemocracia orgánica.
Queremos una mejor democracia, una regeneración de nuestro sistema político, porque no nos vale una democracia de cartón piedra donde cada vez tenemos menores libertades reales. ¡Queremos libertad real ya!
Pero esta crisis muestra que el Estado del Bienestar también ha fracasado. El socialismo al 50% también hunde y destroza sociedades. El 50% de nuestra libertad no es suficiente.
La respuesta de los indignados no nos vale. Son la izquierda radical que se queja de que no tenemos suficiente izquierdismo. Se disfrazan de denuncia y de conciencia social, pero son la vanguardia del sistema. Porque son la vanguardia del estatismo y de la socialdemocracia orgánica.
Queremos una mejor democracia, una regeneración de nuestro sistema político, porque no nos vale una democracia de cartón piedra donde cada vez tenemos menores libertades reales. ¡Queremos libertad real ya!