El vals criollo peruano sigue siendo asociado hasta hoy con los grandes artistas que le dieron fama internacional a mediados del siglo XX. En un contexto de migración masiva de los habitantes de los Andes hacia la costa en general, y hacia la capital en particular, este boom de los años cincuenta instala al vals como la expresión insoslayable de la identidad criolla limeña. Pero tiene otro efecto: tiende una cortina de humo y de sonidos que opaca o impide el conocimiento y la comprensión de lo que fue realmente este fenómeno musical durante las primeras décadas del siglo XX en la vida cotidiana de la Ciudad de los Reyes. La investigación presentada aquí propone una nueva lectura de esta época, poniendo en evidencia las estrechas relaciones entre el vals y los habitantes de la ciudad. Con una serie de objetos musicales el autor reconostruye una memoria distante. Los discos de 78 rpm y las partituras vuelven a dar vida a melodías y canciones hoy en gran parte olvidadas. Pero, sin duda alguna, son los cancioneros que circulaban en las capas populares los que permiten entender la importancia del vals en la sociedad limeña. Cada semana, durante décadas, cantidades de canciones, en su mayoría anónimas, cantaban al amor, a sus felicidades y a sus tormentos. Pero relataban también en sus versos las crisis sociales y políticas, los cambios urbanos y la irrupción de la modernidad technológica, la importancia de las corridas de toros, los asaltos de bandoleros, los duelos entre maleantes. Tantos temas que hacen del vals una herramienta excepcional que permite componer una historia "a ras del suelo" de los sectores populares de la capital peruana.
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