Este estudio surgió de las lecturas que hice de la literatura de mi país en un gélido pueblo de Nueva Inglaterra, en la Universidad de Princeton y en la más caribeña ciudad de Nueva Orleáns. Se concluyó en San Juan, una vez había cerrado un ciclo de estudios, trabajo y exilio.
En esta segunda edición me queda más claro el hecho de que, en el momento en que se pensó y se escribió, este estudio se vio marcado por los modos de lectura que circulaban a principios de la década de los noventa: los estudios de género, el impulso cuestionador de la desconstrucción y, acaso en menor medida, los Estudios Culturales. El diálogo con colegas y estudiantes de varias instituciones atraviesa estas páginas, así como el agradecimiento que les debo a todas y todos.
Se añade a esta segunda edición un ensayo sobre la poesía de Julia de Burgos que bien pudo formar parte de la primera edición de 1993. Lo escribí en 1995, incitado, o tal vez sacudido, por dos poetas y amigos: Rafael Acevedo y Juan Carlos Quintero Herencia. El ensayo también le debe mucho al diálogo que sostuve entre 1995 y 1999 con los colegas de la revista Nómada. Consigno aquí mi gratitud a Fernando Abruña, Juan Duchesne Winter, Lilliana Ramos Collado, Hugo Rodríguez Vecchini y Áurea María Sotomayor.
En esta segunda edición me queda más claro el hecho de que, en el momento en que se pensó y se escribió, este estudio se vio marcado por los modos de lectura que circulaban a principios de la década de los noventa: los estudios de género, el impulso cuestionador de la desconstrucción y, acaso en menor medida, los Estudios Culturales. El diálogo con colegas y estudiantes de varias instituciones atraviesa estas páginas, así como el agradecimiento que les debo a todas y todos.
Se añade a esta segunda edición un ensayo sobre la poesía de Julia de Burgos que bien pudo formar parte de la primera edición de 1993. Lo escribí en 1995, incitado, o tal vez sacudido, por dos poetas y amigos: Rafael Acevedo y Juan Carlos Quintero Herencia. El ensayo también le debe mucho al diálogo que sostuve entre 1995 y 1999 con los colegas de la revista Nómada. Consigno aquí mi gratitud a Fernando Abruña, Juan Duchesne Winter, Lilliana Ramos Collado, Hugo Rodríguez Vecchini y Áurea María Sotomayor.