La comedia cinematográfica nació ya un remoto 20 de Febrero de 1896, cuando los hermanos Lumière proyectaron en Londres "El regador regado". Aquel corto que habían filmado en el jardín de su casa por pura diversión, se erigió en modelo para millones de metros de celuloide cuyo objetivo era hacer reir a la gente. Antes de la Primera Guerra Mundial, el gran cine burlesco era casi exclusivamente francés. Sin embargo, cuando el galo Max Linder aterrizó en Hollywood, sus enseñanzas fueron asimiladas por una pléyade de gigantes que dominarían la comedia muda en los siguientes años: el visionario Mack Sennet, el infortunado "Fatty" Arbuckle, el genial Charles Chaplin, el estoico Buster Keaton, el elástico Harol Lloyd, los entrañables Laurel & Hardy... Cuando llegó el cine sonoro, la comedia se hizo básicamente verbal. Los pioneros del género denunciaron la irrupción del sonido como un recurso meramente comercial que no añadía ningún valor artístico a las películas, y la mayoría de ellos pagaron su obcecación con el más cruel ostracismo. Sólo Chaplin lograría sobrevivir a su extraordinaria mudez ... Este libro es un homenaje a las vidas y leyendas de algunos de esos baluartes del cine silente que, casi un siglo después, siguen arrancando la sonrisa cómplice de generación tras generación de espectadores.
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