¿Existe la obligación, por parte de una determinada clase social, de esforzarse para procurar el bienestar y la felicidad de las demás? Esta es la cuestión que toma como punto de partida el sociólogo norteamericano William Sumner, pensador protolibertario cuyas aportaciones fundamentales al liberalismo en las ciencias sociales no habían obtenido hasta ahora la difusión merecida en nuestra lengua.
Sumner se pregunta, anclando las raíces de su tesis en la biología —aunque no en el «darwinismo social», como se ha afirmado equivocadamente tantas veces—, cuál es la razón de que existan ricos y pobres y cuáles han de ser las responsabilidades de los unos para con los otros. Es aquí donde el autor despliega una lúcida revisión del concepto de Estado como «una entidad con conciencia, poder y voluntad por encima de las limitaciones humanas que, además, ejerce una ilustre tutela sobre todos nosotros». Por tanto, determina que la solución final a esta ardua problemática ha de sortear la socorrida redistribución de la riqueza a través del Estado, cuya ineficacia histórica ha quedado evidenciada en múltiples ocasiones.
Sumner se pregunta, anclando las raíces de su tesis en la biología —aunque no en el «darwinismo social», como se ha afirmado equivocadamente tantas veces—, cuál es la razón de que existan ricos y pobres y cuáles han de ser las responsabilidades de los unos para con los otros. Es aquí donde el autor despliega una lúcida revisión del concepto de Estado como «una entidad con conciencia, poder y voluntad por encima de las limitaciones humanas que, además, ejerce una ilustre tutela sobre todos nosotros». Por tanto, determina que la solución final a esta ardua problemática ha de sortear la socorrida redistribución de la riqueza a través del Estado, cuya ineficacia histórica ha quedado evidenciada en múltiples ocasiones.